BULA DE NOMBRAMIENTO
DEL NUEVO OBISPO DIOCESANO DE LA DIÓCESIS DE NUESTRA SEÑORA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
SERVVS SERVORVM DEI
Desde aquellos días en los que el señor eligió a aquellos 12 hombres, la Iglesia, guiada bajo el poder del Espíritu Santo ha buscado siempre pastores según su corazón (cf. Jr 3,15), ha buscado a hombres de una fe probada, hombres que humildemente sean servidores del Evangelio y sean testigos de la esperanza. En cada uno de aquellos elegidos resplandece el rostro de Cristo, nuestro buen Pastor, que no vino a ser servido, sino que vino a servir y a dar su vida por cada uno de nosotros (cf. Mt 20,28).
En este día, siguiendo y respondiendo a esa solicitud pastoral nos sentimos impulsados a proveer con una verdadera caridad y sentido de responsabilidad a la sede vacante de la Diócesis de la Inmaculada Concepción. Una diócesis que, al igual que en una tierra fecunda, se siembran actos de apostolado, vocaciones y una firme devoción a la Virgen Santísima, aquella mujer cuya pureza de corazón ha sido siempre un modelo de inspiración y consuelo para sus fieles.
Tú, querido y apreciado hijo Alex Blandón, has ofrecido al Señor y a toda su Iglesia lo poco que tenías, que a pesar de ser poco, lo entregabas con un corazón generoso. De igual manera has caminado junto a todo el pueblo de Dios con sencillez y alegría, has animado a los demás con tu testimonio de vida y tu fidelidad a la comunión eclesial. Tu disponibilidad, tu madurez y tu amor al servicio no han pasado desapercibidos ante este humilde Sucesor de Pedro, y, por tanto, te hace idóneo para continuar con la edificación del Cuerpo de Cristo como sucesor de los Apóstoles.
Por tanto, tras haber consultado al Dicasterio para los Obispos y haber escuchado el parecer de la Nunciatura Apostólica, en virtud de la autoridad apostólica te NOMBRAMOS OBISPO DIOCESANO DE LA DIÓCESIS DE LA INMACULADA CONCEPCION, con todos los derechos y los deberes que la ley canónica y la tradición le confieren a este oficio.
Querido hijo, este ministerio que hoy recibes, te exhorto a recibirlo a con un corazón dócil, convencido de que el episcopado no es para nada una dignidad humana, sino que es un exigente servicio, es una configuración más íntima con Cristo, siervo y pastor. Así nos lo ha enseñado el Concilio Vaticano II al decir que “los obispos, puestos por el Espíritu Santo, son sucesores de los Apóstoles, pastores de las almas, maestros en la fe, santificadores y guías del pueblo santo de Dios” (cf. Lumen Gentium, 20).
Sé por tanto, un maestro fiel a la doctrina, un promotor incansable de la unidad, un celoso guardian de la liturgia y un defensor de los pobres, forma conciencias y sé cercano a tu clero. No tomes como un orgullo esta elección ni te dejes abatir por la cruz que conlleva este ministerio. Ten siempre por seguro que Cristo te sostiene y que la Virgen Inmaculada te acompaña siempre.
Exhorto a todos los queridos miembros que peregrinan en la Diócesis de la Inmaculada Concepción a recibirte con espíritu de fe, recibirte como su legítimo pastor y acogan tus enseñanzas, colaborando en comunión con todos tus esfuerzos por una Iglesia más viva, fraterna y misionera.
Confiamos tu ministerio al maternal amparo de la Virgen María, cuya pureza resplandece como aurora en la Iglesia, al patrocinio de San José, custodio silencioso de los misterios divinos, y a la intercesión de los Santos Pedro y Pablo, columnas de la fé.