GREGORIVM, EPISCOPVS,
SERVVS SERVORVM DEI
Queridos superiores de las órdenes religiosas y comunidad en general,
En mi calidad de Papa, me dirijo a ustedes con amor y preocupación por el bienestar de la Iglesia y el discernimiento vocacional de aquellos que buscan ingresar a las órdenes religiosas. Reconociendo la importancia de un proceso de discernimiento cuidadoso y la necesidad de una adecuada supervisión pastoral, he decidido emitir este decreto.
A partir de este momento, se establece que para que un seminarista, diácono o presbítero pueda ingresar a una orden religiosa, será necesario obtener el permiso previo y la aprobación del obispo titular o del arzobispo de la diócesis en la cual se encuentra la persona interesada.
Este requisito adicional tiene como objetivo fortalecer la colaboración entre las órdenes religiosas y la jerarquía eclesiástica local, garantizando un discernimiento vocacional sólido y una integración armoniosa en la comunidad diocesana. Al involucrar a los obispos o arzobispos en el proceso de ingreso, se enfatiza la importancia de la comunión y la responsabilidad compartida en la formación de futuros ministros ordenados.
Además, este decreto busca salvaguardar la integridad y el bienestar de aquellos que se sienten llamados a la vida religiosa. La supervisión y acompañamiento pastoral proporcionados por los obispos y arzobispos ayudarán a garantizar que los candidatos sean debidamente formados y estén preparados para asumir los desafíos y responsabilidades de la vocación que han elegido abrazar.
Insto a todos los superiores de las órdenes religiosas a implementar este decreto en sus respectivas comunidades, asegurándose de que se cumpla con diligencia y amor pastoral. Recordemos siempre que estamos llamados a servir a Dios y a su pueblo, trabajando juntos en la construcción del Reino de Dios.
Que el Espíritu Santo ilumine y guíe a todos aquellos que buscan discernir su llamado vocacional, y que nuestra Iglesia siga siendo un faro de esperanza y amor en medio del mundo.
Con mi bendición apostólica.
Dado en Roma, en el día cinco de agosto de dos mil veintitres, en el año primero de nuestro pontificado.