— 2025 —

MISA CON DIÁCONOS  

211. Ningún sacerdote puede servir en la Misa vistiendo las vestiduras diaconales, a menos que esta sea presidida por el Romano Pontífice. En ese caso, llevará la estola cruzada y siempre la dalmática. Sin embargo, esto solo debe ocurrir en misas más solemnes.  

212. En ausencia de un diácono, un concelebrante puede desempeñar todas sus funciones. 
 
213. Siempre que esté presente en la Misa y haya llegado antes de su inicio, es conveniente que el diácono ejerza su ministerio diaconal.  

RITOS INICIALES  

214. El diácono llevará siempre el alba, con cíngulo y amito si es necesario, la estola cruzada y la dalmática. Esta última puede omitirse en días menos solemnes. 
 
215. Aun si sirve en la Misa como maestro de ceremonias, el diácono puede llevar sus vestiduras diaconales y desempeñar sus funciones diaconales al mismo tiempo que las de ceremoniero.  

216. Los domingos, fiestas, solemnidades, ordenaciones y dedicaciones, el diácono lleva el Evangeliario en la procesión de entrada, delante del sacerdote.  

217. Al llegar al altar, si lleva el Evangeliario, omitiendo la reverencia, se acerca al altar. Luego, deposita el Evangeliario sobre el altar y, junto con el sacerdote, venera el altar con un beso.  

218. Si no lleva el Evangeliario, hace una inclinación profunda al altar junto con el sacerdote, de la manera habitual, y venera el altar con un beso junto con él. 
 
219. Sostiene la naveta, si hay incienso, y acompaña al sacerdote en la incensación del altar.  

220. El diácono ocupa su lugar, cerca del celebrante principal.  

LITURGIA DE LA PALABRA  

221. Si no hay lector, el diácono proclama las lecturas y el salmo, así como el Evangelio, después de pedir la bendición. Si hay varios diáconos, pueden distribuirse las lecturas entre ellos.  

222. Mientras se canta el Aleluya u otro cántico, asiste al sacerdote en la preparación del incensario, si se usa incienso; luego, inclinándose profundamente ante el sacerdote, le pide la bendición.  

223. Luego, después de inclinarse ante el altar, toma el Evangeliario, si lo hay, y llevándolo un poco elevado, se dirige al ambón. Si no lo hay, va directamente al ambón.  

224. Al finalizar el Evangelio, besa el libro en señal de veneración, diciendo en silencio una oración.  

225. Cuando la Misa es presidida por un Obispo, le lleva el libro para que lo bese. En celebraciones más solemnes, el Obispo, si lo considera oportuno, bendice al pueblo con el Evangeliario.  

226. Finalmente, el Evangeliario puede llevarse al ambón, a la credencia o a otro lugar adecuado y digno.  

OFERTORIO  

227. Terminada la oración de los fieles, mientras el sacerdote permanece sentado en la sede, el diácono prepara el altar, asistido por el acólito. 
 
228. Luego, entrega al sacerdote la patena con el pan que será consagrado.  

229. Mientras el sacerdote ofrece el pan, el diácono vierte el vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en silencio la oración; luego entrega el cáliz al sacerdote. 
 
230. Si se usa incienso, ayuda al sacerdote en la incensación de las ofrendas, de la cruz y del altar y, a continuación, él mismo inciensa al sacerdote y al pueblo.  

PLEGARIA EUCARÍSTICA  

231. Durante la Plegaria Eucarística, el diácono permanece al lado del sacerdote, un poco atrás, asistiéndolo cuando sea necesario.  

232. Desde la epíclesis hasta la elevación del cáliz, el diácono permanece habitualmente de rodillas. Si hay varios diáconos presentes, uno de ellos puede colocar incienso en el incensario para la consagración e incensar la hostia y el cáliz durante la elevación.  

233. Durante la doxología final de la Plegaria Eucarística, el diácono, junto al sacerdote, eleva el cáliz, mientras el sacerdote eleva la patena con la hostia, hasta que el pueblo haya respondido con la aclamación.  

234. Si hay saludo, el diácono invita al pueblo.  

COMUNIÓN  

235. Después de la Comunión del sacerdote, el diácono recibe la Comunión del mismo sacerdote bajo las dos especies.  

236. El diácono nunca comulga por sí mismo. 
 
237. Después de comulgar, puede distribuir la Comunión a los fieles, como ministro ordinario.  

238. Terminada la Comunión, el diácono regresa con el sacerdote al altar, recoge los fragmentos que pudieran haber quedado y lleva el cáliz y los demás vasos sagrados a la credencia, después de haberlos purificado y los arregla de la forma habitual, mientras el sacerdote regresa a la sede.  

RITOS DE CONCLUSIÓN  

239. Si se usa la fórmula de bendición solemne o la oración sobre el pueblo, el diácono dice: Inclinaos para recibir la bendición.  

240. Después de la bendición dada por el sacerdote, el diácono despide al pueblo, diciendo con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo: Podéis ir en paz.  

241. Luego, junto con el sacerdote, besa el altar en señal de veneración y, después de hacer una inclinación profunda, se retira en el mismo orden de la entrada.