— 2025 —
EL CANTO LITÚRGICO
314. No está permitido sustituir los cantos del Ordinario de la Misa, a saber, el Señor, ten Piedad, el Gloria, el Santo y el Cordero de Dios por otros cantos.
315. Se debe valorar en gran medida el canto en la celebración de la Misa, de acuerdo con la idiosincrasia de los pueblos y las posibilidades de cada asamblea litúrgica.
316. Aunque no es necesario cantar siempre, por ejemplo, en las misas entre semana, todos los textos que por su naturaleza están destinados a ser cantados, se debe procurar con gran esmero que no falte el canto de los ministros y del pueblo en las celebraciones que tienen lugar los domingos y en las fiestas de precepto.
317. En igualdad de condiciones, debe darse prioridad al canto gregoriano, por ser el propio de la Liturgia romana.
318. De ningún modo deben excluirse otros géneros de música sacra, siempre que correspondan al espíritu de la acción litúrgica y favorezcan la participación de todos los fieles.
319. Debe cuidarse que los cantores de la misa canten en consonancia con la liturgia que se celebra. No deben entonarse dos cantos al mismo tiempo. Para ello, es conveniente que el cantor se sitúe en un lugar adecuado para dirigir los cantos, demostrando que está desempeñando una función dentro de la Sagrada Liturgia.
320. El canto se simboliza por la repetición de la misma letra, a veces de más de una, dentro de una frase. Esto debe hacerse sin perder el respeto por el lugar sagrado y de acuerdo con la melodía correspondiente.
321. Ningún cantor ni sacerdote debe, al cantar las partes fijas de la Misa, omitir ninguna parte con el fin de acortar la celebración u otras razones, ni modificar la letra establecida en el Misal Romano.
322. También debe guardarse, en los momentos adecuados, el silencio sagrado como parte de la celebración. La naturaleza de este silencio depende del momento en que se observa dentro del desarrollo de la celebración:
a) En el acto penitencial y después de la invitación a la oración, el silencio está destinado al recogimiento interior.
b) Después de las lecturas o de la homilía, permite una breve meditación sobre lo que se ha escuchado.
c) Después de la Comunión, favorece la oración interior de alabanza y acción de gracias.
d) Antes de la propia celebración, es recomendable observar el silencio en la iglesia, la sacristía y los lugares cercanos, para que todos puedan prepararse para celebrar los ritos sagrados con devoción y dignidad.
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