— 2025 —

CELEBRACIÓN DE LA MISA

110. Se entiende por Misa con el pueblo la que se celebra con la participación de los fieles. En la medida de lo posible, conviene que esta Misa, especialmente los domingos y las fiestas de precepto, se celebre con canto y con el número adecuado de ministros. Sin embargo, también puede celebrarse sin canto y con un solo ministro.

111. Nadie tiene derecho a modificar las fórmulas de la celebración, aunque se acerquen más a la traducción original, especialmente las respuestas. Las fórmulas, oraciones y respuestas deben ser pronunciadas de acuerdo con la versión Mexicana o Española del Misal Romano, a menos que se celebre en otro idioma. Si un clérigo insiste en utilizar otras fórmulas, deberá ser suspendido.

112. Si un clérigo insiste en desobedecer las normas litúrgicas, debe ser suspendido.

113. Si un clérigo se burla de la celebración Eucarística o de cualquier sacramento, o aún convierte la liturgia dentro de Minecraft en un sacrilegio o profanación, será inmediatamente excomulgado.

114. En la sacristía se preparan las vestiduras sagradas del sacerdote, del diácono y de los otros ministros, según las diferentes formas de celebración.

RITOS INICIALES 

PROCESIÓN DE ENTRADA

115. Reunido el pueblo, el sacerdote y los ministros, revestidos con las vestiduras sagradas, se dirigen al altar en el siguiente orden:
a) el turiferario con el incensario humeante, si se usa incienso; 
b) los ceroferarios con los cirios encendidos, y entre ellos un acólito u otro ministro con la cruz; 
c) los acólitos y otros ministros; 
d) el lector, que puede llevar el Evangelio un poco elevado, pero no el Leccionario; 
e) el sacerdote que va a celebrar la Misa.

116. Si se usa incienso, el sacerdote, antes de comenzar la procesión de entrada, coloca incienso en el turíbulo y lo bendice con el signo de la cruz, sin decir nada. Mientras la procesión se dirige al altar, se canta el cántico de entrada.

117. Al llegar al altar, el sacerdote y los ministros hacen una inclinación profunda. Si en el presbiterio está el sagrario, se hace una genuflexión.

118. La genuflexión ante el sagrario se realiza solo al entrar y salir del presbiterio, es decir, al inicio y al final de la celebración.

119. El Evangelio se coloca sobre el altar.

120. El sacerdote se acerca al altar y lo venera con un beso. A continuación, si se usa incienso, incensa la cruz y el altar, caminando alrededor de ellos.

121. Hecho esto, el sacerdote se dirige a la sede.

SALUDO

122. Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, todos de pie, se bendicen con el signo de la cruz.

123. Después del saludo, puede el propio sacerdote o otro ministro hacer a los fieles una introducción, con breves palabras, a la Misa de ese día.

ACTO PENITENCIAL

124. A continuación, el sacerdote invita al acto penitencial, el cual, después de una breve pausa de silencio, es realizado por toda la comunidad con una fórmula de confesión general y termina con la absolución del sacerdote.

125. El domingo, principalmente en el tiempo pascual, en lugar del acostumbrado acto penitencial, puede realizarse, en ocasiones, la bendición y aspersión del agua en memoria del bautismo.

126. Después del acto penitencial, siempre se dice "Señor, ten piedad" (Kýrie, eléison), a menos que ya haya sido incluido en el acto penitencial. Dado que se trata de un canto en el que los fieles aclaman al Señor e imploran su misericordia, normalmente se ejecuta de manera alternada entre el pueblo y la schola o un cantor.

GLORIA

127. El Gloria es un himno antiquísimo y venerable con el que la Iglesia, reunida en el Espíritu Santo, glorifica y suplica a Dios y al Cordero. No se permite sustituir el texto de este himno por otro. Se canta o recita los domingos fuera del Adviento y de la Cuaresma, así como en las solemnidades y fiestas, y en celebraciones particulares más solemnes.

ORACIÓN COLECTA

128. En la Misa siempre se dice una sola oración del día.

LITURGIA DE LA PALABRA

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS

129. Terminada la oración colecta, todos se sientan. El sacerdote u otro ministro puede, con breves palabras, introducir a los fieles en la liturgia de la palabra.  

130. Si no hay lector, diácono o concelebrante, el propio sacerdote proclama de pie, en el ambón, todas las lecturas y el salmo. Allí también, si se usa incienso, lo coloca en el incensario, lo bendice e, inclinado profundamente, reza la oración.  

PRIMERA LECTURA 

131. El lector proclama la primera lectura. 
 
132. Se puede hacer, si es oportuno, un breve momento de silencio para que todos mediten brevemente sobre lo escuchado.  

SALMO RESPONSORIAL

133. Luego, el salmista o el propio lector recita el versículo del salmo, al cual el pueblo responde habitualmente con el estribillo.  

SEGUNDA LECTURA

134. Si hay una segunda lectura antes del Evangelio, el lector la proclama desde el ambón.
  
135. A continuación, si es oportuno, se puede observar un breve momento de silencio.  

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO

136. La aclamación es cantada por todos de pie. 
 
137. El Aleluya se canta en todos los tiempos litúrgicos fuera de la Cuaresma. Los versículos se toman del Leccionario o del Gradual.  

138. En Cuaresma, en lugar del Aleluya, se canta el versículo antes del Evangelio que aparece en el Leccionario. 

139. Mientras se canta el Aleluya u otro canto, el sacerdote coloca y bendice el incienso, si se usa.  

140. Luego, inclinado profundamente ante el altar, el sacerdote, con las manos juntas, reza la oración.  

141. Entonces toma el Evangeliario, si está sobre el altar, y se dirige al ambón, llevando el Evangeliario ligeramente elevado, precedido por los ministros laicos, que pueden llevar el incensario y los cirios.  

142. Los presentes se vuelven hacia el ambón, manifestando una especial reverencia al Evangelio de Cristo. 
 
143. Llegado al ambón, el sacerdote abre el libro y, con las manos juntas, realiza el diálogo, terminando con la señal de la cruz sobre el libro y sobre sí mismo en la frente, la boca y el pecho, gesto que también hace toda la asamblea.  

144. Luego, si se usa incienso, el sacerdote inciensa el libro.  

145. A continuación, proclama el Evangelio y al final dice la aclamación, a la cual responde el pueblo. El sacerdote besa el libro mientras dice la oración.  

HOMILÍA

146. El sacerdote, de pie, desde la sede o el ambón, o si es oportuno desde otro lugar conveniente, pronuncia la homilía.  

147. Los domingos y las fiestas de precepto, debe haber homilía en todas las misas celebradas con participación del pueblo y no puede omitirse sino por una causa grave.  

148. Además, se recomienda especialmente en los días feriales del Adviento, la Cuaresma y el Tiempo Pascual, así como en otras fiestas y ocasiones en las que hay mayor afluencia de fieles a la Iglesia, teniendo en cuenta que la Liturgia de la Palabra es el punto culminante de la celebración en Minecraft.  

149. Terminada la homilía, se puede observar un momento de silencio si se considera oportuno.  

PROFESIÓN DE FE

150. El Credo es cantado o recitado por el sacerdote junto con el pueblo, estando todos de pie. En las palabras “Y por obra del Espíritu Santo se encarnó…”, todos hacen una inclinación profunda; sin embargo, en las solemnidades de la Anunciación y la Navidad del Señor, se hace una genuflexión.  

151. El Credo se dice en las solemnidades y domingos, a menos que se disponga lo contrario.  

ORACIÓN DE LOS FIELES 

152. Terminada la profesión de fe, el sacerdote, de pie junto a la sede y con las manos juntas, invita a los fieles a la oración universal con una breve introducción.  

153. Luego, un diácono, un cantor, un lector u otro ministro, desde el ambón o desde otro lugar adecuado, orientado hacia el pueblo, presenta las intenciones, a las cuales el pueblo responde suplicante con la parte que le corresponde.  

154. Finalmente, el sacerdote, con los brazos abiertos, concluye las preces con una oración. 
 
155. La oración de los fieles se omite en las misas donde se canta la Letanía de Todos los Santos, excepto cuando se canta para pedir la bendición del agua. 
 
156. Se debe procurar realizar la oración de los fieles siempre que la misa sea celebrada con el pueblo, especialmente los domingos y en las solemnidades.

LITURGIA EUCARÍSTICA

OFERTORIO

157. Terminada la oración universal, todos se sientan y comienza el canto del ofertorio.

158. El acólito u otro ministro laico coloca sobre el altar el bloque de oro, la barrera u otro objeto adecuado y digno, los marcos, el cáliz, la patena con la hostia, la píxide o copón (si es necesario) y el misal.

159. El sacerdote, junto al altar, recibe la patena con el pan y, sosteniéndola con ambas manos, ligeramente elevada sobre el altar, dice en silencio la oración. Luego, deposita la patena con el pan.

160. El sacerdote va después al lado del altar, donde el ministro le presenta las vinajeras, y vierte en el cáliz el vino y un poco de agua, diciendo en silencio la oración. Regresa al centro del altar, toma el cáliz con ambas manos y, sosteniéndolo ligeramente elevado sobre el altar, dice en voz baja la oración. Luego, deposita el cáliz.

161. Si no hay canto del ofertorio, el sacerdote puede, al presentar el pan y el vino, decir en voz alta las fórmulas de bendición, a las cuales el pueblo responde con una aclamación.

162. Colocado el cáliz sobre el altar, el sacerdote se inclina profundamente y dice en silencio la oración.

163. A continuación, si se usa incienso, el sacerdote lo coloca en el incensario y lo usa para incensar las ofrendas, la cruz y el altar. Un ministro, de pie junto al altar, inciensa al sacerdote y luego al pueblo.

164. Después de la oración o de la incensación, el sacerdote se dirige al lado del altar y se lava las manos, diciendo en silencio la oración mientras el ministro le vierte el agua.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

165. El sacerdote va al centro del altar y, vuelto hacia el pueblo, abriendo y juntando las manos, los invita a orar.

166. Luego, el sacerdote, con los brazos abiertos, recita la oración sobre las ofrendas.

PLEGARIA EUCARÍSTICA

167. El sacerdote inicia la Plegaria Eucarística con el prefacio.

168. Por su naturaleza, la Plegaria Eucarística debe ser pronunciada únicamente por el sacerdote, en virtud de su ordenación. Sin embargo, el pueblo se une al sacerdote con fe y en silencio, así como con las intervenciones previstas en la Plegaria Eucarística.

169. Es muy recomendable que el sacerdote cante las partes musicalizadas de la Plegaria Eucarística en las misas conventuales y solemnes.

170. En la Oración Eucarística debe mencionarse al obispo diocesano o a quien, según el derecho, tenga la misma autoridad. También pueden mencionarse el obispo coadjutor y los obispos auxiliares, pero no otros obispos que pudieran estar presentes. Si es necesario nombrar a varios, se usa una fórmula general: "nuestro obispo N. y sus obispos auxiliares". En cada una de las Plegaria Eucarísticas, estas fórmulas deben adaptarse a las reglas gramaticales.

171. Poco antes de la consagración, si se considera oportuno, el ministro puede llamar la atención de los fieles con un toque de campana, que también puede sonar en cada elevación, según las costumbres locales. Si se usa incienso, el ministro inciensa la hostia y el cáliz cuando son mostrados al pueblo después de la consagración.

172. Al final de la Plegaria Eucarística, el sacerdote toma la patena con la hostia y el cáliz y, elevándolos ambos, dice en solitario la doxología. Al final, el pueblo responde con una aclamación. Luego, el sacerdote deposita la patena y el cáliz.

173. La Plegaria Eucarística consta de:
a) Acción de gracias (expresada particularmente en el Prefacio): en nombre de todo el pueblo santo, el sacerdote glorifica a Dios Padre y le da gracias por toda la obra de la salvación o por algún aspecto particular, según el día, la fiesta o el tiempo litúrgico.
b) Aclamación: toda la asamblea, en unión con los coros celestiales, canta el Santo. Esta aclamación, que forma parte de la Oración Eucarística, es proclamada por todo el pueblo junto con el sacerdote.
c) Epíclesis: consta de invocaciones especiales mediante las cuales la Iglesia implora el poder del Espíritu Santo sobre los dones.
d) Narración de la institución: mediante los gestos de Cristo, se realiza la memoria del sacrificio que Él mismo instituyó en la Última Cena, cuando ofreció su Cuerpo y Sangre bajo las especies del pan y del vino y los dio a los Apóstoles para que comieran y bebieran, confiándoles al mismo tiempo el mandato de perpetuar este misterio.
e) Anámnesis: en obediencia a este mandato, recibido de Cristo a través de los Apóstoles, la Iglesia celebra la memoria del mismo Cristo, recordando de manera particular su bienaventurada pasión, gloriosa resurrección y ascensión a los cielos.
f) Oblación: en este memorial, la Iglesia, especialmente la que en ese momento y en ese lugar está reunida, ofrece a Dios Padre, en el Espíritu Santo, la hostia inmaculada. La Iglesia desea que los fieles no solo ofrezcan la hostia inmaculada, sino que también aprendan a ofrecerse a sí mismos y, por medio de Cristo mediador, se esfuercen por alcanzar día a día la unidad perfecta con Dios y entre ellos, hasta que finalmente Dios sea todo en todos.
g) Intercesiones: a través de ellas se expresa que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, tanto del cielo como de la tierra, y que la oblación se ofrece en beneficio de ella y de todos sus miembros, vivos y difuntos, llamados a participar en la redención y salvación obtenida por el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
h) Doxología final: expresa la glorificación de Dios y es ratificada y concluida con la aclamación del pueblo.

ORACIÓN DEL SEÑOR

174. Terminada la Plegaria Eucarística, el sacerdote, con las manos juntas, dice la admonición que precede a la oración del Señor; luego, con los brazos abiertos, recita esta oración junto con el pueblo.

175. Al finalizar el Padrenuestro, el sacerdote, con los brazos abiertos, dice solo el embolismo Líbranos de todos los males, Señor. Al finalizar, el pueblo responde con una aclamación.

176. Luego, el sacerdote, con los brazos abiertos, dice en voz alta la oración Señor Jesucristo, que dijiste a tus Apóstoles; una vez terminada, el sacerdote, abriendo y juntando las manos, anuncia la paz, vuelto hacia el pueblo, que responde.

SALUDO DE LA PAZ

177. A continuación, si parece oportuno, se añade: Dense la paz.

178. El sacerdote puede dar la paz a los ministros, pero permanece siempre dentro del presbiterio para no perturbar la celebración.

179. Procede del mismo modo si, por motivos razonables, desea dar la paz a algunos pocos fieles.

180. Y todos, según las disposiciones de la Conferencia Episcopal, se saludan unos a otros en señal de mutua paz, comunión y caridad.

FRACCIÓN DEL PAN

181. A continuación, el sacerdote toma la hostia, la parte sobre la patena y deja caer un fragmento en el cáliz, diciendo en silencio la oración.

182. Mientras tanto, el coro y el pueblo cantan o recitan: Cordero de Dios.

183. Entonces, el sacerdote, con las manos juntas, dice en silencio la oración antes de la Comunión.

184. Terminada esta oración, el sacerdote hace una genuflexión, toma la hostia, la levanta un poco sobre la patena y, volviéndose hacia el pueblo, dice: Dichosos los invitados; y, junto con el pueblo, añade una sola vez: Señor, yo no soy digno.

COMUNIÓN

185. Luego, vuelto hacia el altar, el sacerdote dice en silencio la oración y comulga con reverencia la hostia. Después, toma el cáliz, diciendo en silencio la oración, y comulga con reverencia del cáliz.

186. Mientras el sacerdote recibe el Sacramento, comienza el canto de la Comunión.

187.Es recomendable que los fieles, así como el sacerdote está obligado a hacerlo, reciban el Cuerpo del Señor con hostias consagradas en la misma Misa.

188. No está permitido que los fieles tomen por sí mismos el pan consagrado ni el cáliz sagrado, y mucho menos que se lo pasen entre ellos de mano en mano.

189. Los clérigos que no estén concelebrando la Misa reciben la Comunión de un concelebrante, diácono u otro ministro extraordinario. Sin embargo, pueden distribuir la Comunión, pero no comulgar por sí mismos.

190. Los fieles comulgan de rodillas o de pie.

191. Cuando comulgan de pie, se recomienda que, antes de recibir el Sacramento, hagan la debida reverencia, establecida por las normas.

192. En la distribución de la Comunión, el sacerdote puede ser ayudado por otros presbíteros presentes. Si estos no están disponibles y el número de comulgantes es demasiado grande, el sacerdote puede llamar en su ayuda a ministros extraordinarios, es decir, al acólito debidamente instituido o también a otros fieles debidamente nombrados para ello. En caso de necesidad, el sacerdote puede designar, solo para esa ocasión, a algunos fieles idóneos.

193. Estos ministros no deben acercarse al altar antes de que el sacerdote haya comulgado; y siempre reciben de manos del sacerdote celebrante el vaso con las especies de la Santísima Eucaristía para distribuirlas a los fieles.

194. La Comunión bajo las dos especies está permitida, además de los casos indicados en los libros rituales:
a) A los sacerdotes que no pueden celebrar o concelebrar la Misa;
b) Al diácono y a quienes desempeñan algún oficio en la Misa;
c) A los miembros de las comunidades, en la Misa conventual o en la llamada “principal”, a los alumnos de los seminarios y a todos los que realizan ejercicios espirituales o participan en una reunión espiritual o pastoral.

195. El Obispo diocesano puede establecer normas para la Comunión bajo las dos especies en su diócesis, que deben observarse incluso en las iglesias de religiosos y en pequeños grupos.

196. Aunque existen varios modos de distribuir la Comunión bajo las dos especies, aquí señalamos dos modos principales:

a) Bebiendo del cáliz: Se debe prever un cáliz de tamaño suficiente o varios cálices, asegurándose de que no quede demasiada Sangre de Cristo sin consumir al final de la celebración. Se forma una fila. El comulgante, después de recibir el Cuerpo de Cristo, se coloca de pie frente al ministro del cáliz. El ministro le entrega el cáliz, que el comulgante lleva a su boca con sus propias manos. Luego, el comulgante bebe un poco del cáliz, lo devuelve al ministro y se retira; entonces el ministro limpia con el purificador el borde del cáliz.

b) Por intinción: El comulgante, sosteniendo la patena bajo su boca, se acerca al sacerdote que sostiene el cáliz, junto al cual está el ministro que sostiene el vaso con las sagradas partículas. El sacerdote toma la hostia, la sumerge parcialmente en el cáliz y la da al comulgante, quien la recibe y se retira.

197. Terminada la distribución de la Comunión, el sacerdote, en el altar, consume inmediatamente todo el vino consagrado que haya sobrado; en cuanto a las hostias consagradas sobrantes, o las consume en el altar o las lleva al lugar destinado a la reserva eucarística.

198. El sacerdote, de regreso al altar, recoge los fragmentos que puedan haber quedado. Luego, se dirige al lado del altar o a la credencia y purifica la patena o la píxide o copón sobre el cáliz; después, purifica el cáliz mientras dice en silencio la oración.

199. El cáliz se purifica con agua o con vino y agua, que luego es consumida por quien realiza la purificación. La patena se limpia normalmente.

200. Si los vasos sagrados son purificados en el altar, el ministro los lleva a la credencia.

201. Los vasos a purificar, especialmente si son varios, pueden dejarse en el altar o en la credencia sobre el corporal, debidamente cubiertos, para ser purificados inmediatamente después de la Misa, tras la despedida del pueblo.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

202. Luego, el sacerdote puede volver a la sede. Mientras tanto, se pueden guardar unos momentos de silencio sagrado, o cantar o recitar un salmo, otro cántico de alabanza o un himno.

203. Después, el sacerdote, de pie junto al altar o en la sede, dice con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo: Oremos; y, con los brazos abiertos, recita la oración después de la Comunión, la cual puede ir precedida de un breve momento de silencio, a menos que este haya tenido lugar inmediatamente después de la Comunión.

RITOS DE CONCLUSIÓN

204. Terminada la oración después de la Comunión, si hay avisos que dar, estos se hacen de manera breve.

205. A continuación, el sacerdote saluda al pueblo, abriendo los brazos y diciendo: El Señor esté con vosotros, a lo que el pueblo responde. Luego, el sacerdote junta nuevamente las manos y, a continuación, con la mano izquierda sobre el pecho y elevando la derecha, añade: Os bendiga Dios todopoderoso, y haciendo la señal de la cruz sobre el pueblo, continúa: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

206. En ciertos días y ocasiones especiales, esta fórmula de bendición es precedida, según las rúbricas, de otra más solemne o de una oración sobre el pueblo.

207. El Obispo bendice al pueblo con la fórmula apropiada, trazando tres veces la señal de la cruz sobre él.

208. Inmediatamente después de la bendición, el sacerdote, con las manos juntas, pronuncia la despedida.

209. Habitualmente, el sacerdote besa entonces el altar en señal de veneración, hace junto con los ministros laicos una inclinación profunda, o una genuflexión si hay un sagrario en el presbiterio, y se retira con ellos.

210. Si la Misa es seguida de otra acción litúrgica, se omiten los ritos de conclusión, es decir: la salutación, la bendición y la despedida.