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INTRODUCCIÓN
"No temas; desde ahora serás pescador de hombres" (Lc 5,10).
Esta frase, la cual, pronunciada por nuestro señor a Simón Pedro, logró atravesar toda la historia de la Iglesia y sigue manteniéndose en nuestros corazones, en los corazones de aquellos hombres que han sido llamados a servir en nombre de Cristo. El llamado no es una promesa de futura comodidad, ni siquiera es garantía de honra mundana, al contrario, el llamado es signo de despojarnos de la comodidad, es también seguir a Cristo, servir humildemente y edificar una Iglesia unida, fiel y sobre todo, santa. En las anteriores palabras encontramos como se cifra el comienzo del camino para todo discípulo: dejar atrás las redes que nos mantienen atados y abrazar a una cruz que nos libera.
En el particular contexto en que encontramos a nuestra comunidad virtual, la vida, desde un punto de vista eclesial, se ha expresado en una nueva forma, más creativa y fiel, sentimos un llamado del Espíritu Santo con carácter urgente sobre reflexionar acerca del servicio auténtico, la fidelidad de los ministros consagrados y sobre todo la unidad eclesial, así como el testimonio vivo de todos los miembros jóvenes que, también por este medio, buscan a Cristo con un corazón sincero. La encíclica presentada a continuación nace como un fruto de la oración, el discernimiento y un dolor compartido, pero sobre todo, nace también como una manifestación viva de la esperanza.
AD VERVM SERVITIVM
1. Hemos visto con gran asombro cómo la barca del apóstol Pedro ha llegado a las orillas de un entorno virtual. En un universo digital, donde muchas personas se pierden en un parecer de anonimato, el señor les sigue diciendo: "No temas" (Lc 5,10). El señor nos continúa acompañando inclusive en el entorno virtual y llama a los corazones que buscan un sentido, nos ha pedido que seamos pescadores de hombres, pescadores inclusive donde no existen redes físicas ni barcas de madera, sino, donde existen servidores, comunidad digitales. El mar sigue siendo el mundo, las redes virtuales siguen siendo instrumento de comunión y la pesca se convierte en una pesca de corazones dispuestos a convertirse. Es en esta nueva Galilea en la que Cristo nos recuerda que su reino no se ve edificado sobre plataformas de honores mundanos ni siquiera de vanagloria, al contrario, se edifica sobre rocas firmes de unidad. El servicio a la Iglesia, inclusive en un entorno virtual como lo es Minecraft, no es una simple simulación o un juego, se ha convertido en una entrega real, un verdadero testimonio y vida entregada por nuestros hermanos.
2. La Iglesia no mide su grandeza por cargos o títulos visibles, se mide por la profundidad del anonadamiento. "El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos" (Mc. 10,44), esa lógica tan contracultural se convirtió en un escándalo para el mundo y también en el fundamento para el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, no existe comunión sin humildad y no puede haber servicio sin ocultamiento. En la actualidad se corre el riesgo de hacer del ministerio un espacio para competir con los hermanos y de la misma manera pasa con el altar, lo convertimos en una tarima para subir el ego. Los obispos y sacerdotes, incluso en la realidad digital siempre deben tener presente que están para lavar los pies a los demás, no para sentarse sobre ellos. Todo ministerio que no se ve nacido del orante silencio y de la obediencia al Santo Espíritu al final terminará sirviéndose a sí mismo.
3. La verdadera unidad en la Iglesia no es -como los ojos de muchos piensan- el resultado de una estrategia o de una diplomacia, la unidad ha sido fruto de la fidelidad a Cristo y la comunión con los sucesores del apóstol Pedro. Donde falta unidad es porque falta la oración y donde se instala la división -incluso la que está disfrazada de "una sola Iglesia"- es porque lamentablemente se ha olvidado el Evangelio. Nuestra Comunidad Católica de Minecraft ha Sido heridas en diversa ocasiones por la hipocresía de quienes, aún después de haber participado de la mesa común, ahora siembran confusión y división; quienes antes edificaban mano a mano junto a nosotros, hoy desprecian todo lo construido y por aquellos que no reconocen o no recuerdan que ellos cometieron y cometen las mismas actitudes que catalogan como "inmaduras". El escándalo no tiene cavidad en nuestra comunidad y no se encuentra en nosotros, se encuentra en la incoherencia de todos aquellos que atacan con palabras lo que continúan practicando en secreto. La Iglesia no es un "escaparate de perfectos", es una casa de reconciliación. Sin embargo, como nos recuerda San Gregorio, la hipocresía es el rostro del diablo entre los justos, por esto, nosotros denunciamos claramente todo intento de aparentar santidad mientras destruimos internamente a nuestros hermanos.
4. Incluso visto desde una perspectiva de forma virtual y sacramental, las ordenaciones que se viven en nuestra comunidad no son un adorno, son un incendio de servicio. El que algunos sean presbíteros u obispos no quiere decir que deba de ser visto como una "conquista personal" si no como una pérdida necesaria. No subimos al altar para ser vistos, si no para consumidos. Los sacerdotes no son protagonistas, deben de ser los primeros en desaparecer para que Cristo aparezca, de igual modo, el obispo no es dueño del rebaño, sino su siervo más cansado de servir. Por eso es necesario recordar que la dignidad del ministerio no radica en el color de la sotana que utilizamos o en el numero de personas que tenemos bajo nuestro cuidado, al contrario, radica en la fidelidad con la que amamos, acompañamos y guiamos a nuestra comunidad, especialmente en los momentos de dolor y en las dificultades. En el momento que un pastor olvide esto deja de ser pastor y se convierte en un mercenario.
5. Somos conscientes que la Iglesia en Minecraft es joven, joven no únicamente por edad, también por audacia, creatividad y esperanza. En nuestra comunidad encontramos aquel eco que sigue resonando, el eco de la mañana pascual en que todo parecía que se había perdido y, sin embargo, la piedra había sido removida. Nuestra comunidad busca a Cristo a través de los medios digitales, con los instrumentos que para ello es necesario pero lo buscan de verdad. No podemos menospreciar la búsqueda que realizan simplemente por no coincidir con los moldes considerados "tradicionales". El joven que construye una iglesia en un servidor es un joven que puede estar mucho más cerca del cielo que aquél que guarda ritos vacíos. No apaguemos el fuego de los jóvenes y tampoco les impongamos máscaras, al contrario, ayudémosles a encontrar al Dios vivo, y todos ellos, con la ternura o rebeldía que les caracteriza, nos devolverán de mejor manera la frescura del Evangelio.
6. No vamos a llegar a comprender el misterio de la servicialidad si no es a la luz de aquél hombre que se abajó hasta lavar los pies de sus discípulos, en el despojarse de sí mismo (cf. Flp 2,7) encontramos la fórmula de todo el ministerio auténtico. En una comunidad como la nuestra, donde los signos sagrados han sido recreados en un entorno virtual, el riesgo de olvidar esta esencia es más extremo. No se puede servir a Cristo desde el protagonismo y tampoco podemos servir a nuestros hermanos buscando siempre un aplauso, debemos antes portar un corazón sencillo y servir desde el silencio interior, donde el alma queda vacía de sí misma para únicamente llenarse de Dios.
7. No logramos demostrar la fidelidad únicamente con discursos o con promesas, en el momento que encontremos una constancia callada, obediencia sostenida y presencia humilde lograremos demostrar la fidelidad. En tiempos anteriores, diversas personas han hablado de comunión pero al final lo que sembraron es discordia, muchos invocaron el nombre de Cristo pero olvidaron el nombre de sus hermanos. La comunidad eclesial sufre gravemente cuando aquellos miembros que fueron puestos y visibilizados como columnas se convirtieron en piedras de tropiezo. La más grande traición no proviene de los que se encuentran fuera, se encuentran en aquellos que, después de compartir el pan, alzaron su talón en contra de la Iglesia.
8. Entre todos nosotros que caminamos en la comunidad, primeramente debe reinar una viva caridad, que, además de viva debe ser real y no debemos encontrar una fraternidad fingida o únicamente ocasional. En el apoyo mutuo encontramos un signo que va más allá de una cortesía, encontramos una exigencia del Evangelio. Cuando un obispo no consuela, cuando un sacerdote no escucha o un miembro no ordenado de nuestra comunidad no intercede por sus hermanos, todos ellos han olvidado el sentido de su vocación. En Gálatas, Pablo nos dice que unos llevemos las cargas de los otros (cf. Gal 6,2) y este mandato se ha convertido en piedra angular de toda la vida dentro de la Iglesia, incluso en nuestra comunidad virtual.
9. No puede existir servicio sin que antes exista paciencia, así como tampoco puede existir la unidad sin una cruz. Todos aquellos que no han sufrido con y por la Iglesia, muy difícilmente pueden amarla con verdadera autenticidad. La historia de nuestra comunidad ha sido marcada por heridas, algunas provocadas desde el exterior, desde la comodidad o desde el anonimato, otras, lamentablemente han sido inflingidas desde dentro. Aquellos hermanos que han golpeado a nuestra comunidad, utilizando como bandera el lema de "una sola Iglesia" o "una sola verdad" han olvidado que la caridad es inseparable de la verdad. La incoherencia no debe ser replicada con odio, al contrario, debe ser vencida con testimonio.
10. El primer llamado de todo ministro ordenado es el de ser levadura de unidad en la Iglesia. Cuando un presbítero, un obispo o un seminarista introduce divisioń o introduce desdén por los demás, su labor y misión dejan de ser evangélicas. La Iglesia no crecerá nunca por rupturas, sino por comunión. Los diversos carismas existentes logran fomentar la unidad eclesial y se enriquecen en el compartir, dejando a un lado la competencia. Es incorrecto el buscar fundar reinos personales dentro del cuerpo de Cristo destruyendo lo que otros construyen con esfuerzo.
11. Es más fecunda la belleza de la servicialidad en lo oculto que cualquier reconocimiento mundano. En la comunidad, muchos servidores no son conocidos más allá del nombre, sin embargo, en ellos florece una santidad discreta, fiel y constante. En aquellos que con tiempo preparan una celebración, los que consuelan en silencio a un hermano entristecido o los que oran sin querer ser vistos se cumple el Evangelio y el Padre que ve lo secreto les recompensa abundantemente (cf. Mt 6,4)
12. No existe mayor escándalo que aquella lengua que bendice y que maldice al mismo tiempo (cf. St 3,10). Todos aquellos que con una mano construyen y con la otra destruyen, no logran comprender el peso que conllevan sus actos. Toda crítica injusta, toda calumnia disfrazada de corrección y sobre todo, la falsa piedad, son graves heridas al cuerpo de Cristo y más aún cuando provienen de quienes conocen los misterios. Todo aquél que ataca a su hermano, ataca también al Señor que habita en él.
13. Nuestra comunidad necesita que seamos verdaderamente transparentes y no que seamos meramente perfectos, del mismo modo pasa con la fidelidad, nuestra comunidad necesita una verdadera fidelidad y no un simple espectáculo. Lo que sostiene a nuestra comunidad no son las estructuras guardadas en los servidores virtuales o en los diversos reconocimientos que el mundo pueda otorgarnos, lo que sostiene a nuestra comunidad es la obediencia a Cristo. Cuando una persona que sirve, guarda resentimientos o actúa manteniendo una doble intención actúa igual que un hombre que siembra la cizaña aunque la trate de disfrazar con trigo. La Iglesia no necesita a más críticos que se disfracen de profetas, al contrario, la Iglesia necesita testigos fieles que se abajen a lavar los pies de sus hermanos en el silencio.
14. La juventud se ha convertido en un signo del cumplimiento de la promesa de Dios, cada joven ha respondido al llamado en un terreno que, para muchos, es inesperado: un espacio digital. A pesar de esto, el espacio virtual tiene también sed de lo eterno. Puede que muchos adultos no comprenden el sentido de la comunidad pero Cristo sí. El mismo hombre que se reveló en aquél camino de Emaús camina también con nosotros en esta virtualidad donde la juventud busca, juega, ora y sirve. No impidan el paso, abran caminos con ternura, apoyo y asombro.
15. La historia de la Comunidad Católica de Minecraft, nuestra comunidad, no ha sido del todo perfecta, sin embargo ha sido verdadera, escrita entre lágrimas, entregas, conversiones y errores, pero también bajo la mirada del buen pastor. Aquellos que hoy critiquen su existencia han olvidado que el Santo Espíritu obra y sopla donde quiere (cf. Jn 3,8) y que no hay un lugar en el universo donde Dios no plante una iglesia viva. El videojuego Minecraft, para muchos es solo un juego, pero para nosotros se ha convertido en una tierra de misión y la misión continúa.
16. Un alma que se encuentre dividida no logrará sostener la unidad del cuerpo y de la misma forma, un corazón que proclama fidelidad pero que siempre división, no puede edificar la Iglesia. Por tanto, un servidor verdadero es aquél que ha dejado que el Santo Espíritu desaparezca primeramente, el deseo de protagonismo, el orgullo y la ambición. No existe mayor traición al Evangelio que usar el nombre de Cristo para desunir.
17. Nadie debe temer a ser corregido fraternalmente cuando esa corrección nace de la caridad y la expresamos con mansedumbre. La Iglesia logra crecer en el momento que sus miembros se exhortan a buscar fielmente la verdad, en cambio, cuando las amonestaciones se convierten en un escándalo, en un instrumento de humillación o son tomadas con rebeldía, la Iglesia decrece. En la comunidad virtual, la cercanía de todos los lazos fraternos nos exige tener una mayor delicadeza, corregir en privado cuando es necesario corregir en público cuando también lo sea, orar en silencio, perdonar en silencio y abrazar sin poner condición alguna. Aquellos que aman verdaderamente cuidan al otro incluso cuando es necesario imponerle una advertencia.
18. La Iglesia encuentra su esperanza en todos aquellos que no buscan lo suyo, sino lo que es de Cristo, en los servidores que, a pesar de no dar grandes discursos ni recibir reconocimientos, responden día con día fielmente a la tarea que les ha sido encomendada, en ellos se encuentra presente el reino de Cristo. Los obispos que custodian a su comunidad, los jóvenes constructores, los pbros que escuchan, son pilares de la Iglesia, aunque el mundo no los vea, el padre los escucha y los corona.
19. Las distintas divisiones que surgieron en nuestra Comunidad no fueron simples diferencias de opinión, se convirtieron en llagas visibles en el cuerpo de Cristo y cada una de esas llagas es dolorosa, debemos de reconocer que han existido divisiones para que pueda existir sanación, sin embargo, no basta con señalar las heridas, también debemos vendarlas, curarlas y permanecer en el cuidado. Aquellos que han abandonado el camino común por orgullo puedes regresar todavía y, nosotros, quienes lo seguimos, no podemos cerrar la puerta ni endurecer el corazón, sin embargo, es importante recordar que para que exista la unidad debe de existir respeto mutuo y quienes han demostrado una falta total de ese respeto deben demostrar que verdaderamente se han convertido, han cambiado y no tomarse como un juego el acto de la conversión. La unidad no es algo que deba imponerse, la unidad se ruega, se construye y se espera sin perder la esperanza.
20. Las mentiras más peligrosas las encontramos más en las que se viven que las que se dicen. Distintas personas han atacado a nuestra comunidad bajo el nombre de una pureza doctrinal, sin embargo, continúan repitiendo los mismos gestos que condenan. No es nuevo para la Iglesia el que exista incoherencia, pero eso no quiere decir que deje de ser dolorosa. No podemos predicar la unidad y cultivar rupturas internas, tampoco hablar de la fidelidad mientras destruimos las obras que el Espíritu Santo ha construido en nosotros. La crítica que no nace del amor se convierte en un ruido vacío y la ortodoxia aparentada sin caridad es herejía de corazón.
21. Existe mayor verdad en una sola lágrima que ofrecemos a Dios en el silencio orante que en un discurso con mil palabras que es pronunciado con dureza. El pastor humilde que llora por su pueblo logra parecerse más al Buen Pastor que un pastor que solo denuncia errores. La santidad no consistirá nunca en señalar a los culpables, sino en cargar con las debilidades de todos, así lo hizo Cristo y así debe hacerlo también su Iglesia.
22. El sacerdocio, así se exprese presencial o virtualmente sigue siendo una participación del sacerdocio de Cristo, reconociendo las limitaciones que existen en la virtualidad de nuestra comunicación y el no suponer que un presbítero ordenado en nuestra comunidad puede realizar lo mismo que un presbítero consagrado en la vida real. El sacerdocio no es un rol más que asumimos, es una identidad que recibimos, por eso no debemos ver el sacerdocio como un adorno, como un premio y menos como un escalón. El ministro ordenado es el primero que debe inclinarse, como ya lo he mencionado, el altar no es un trono, es una mesa de entrega y nuestra comunidad no es una simple audiencia, se convierte en nuestra familia, si olvidamos esto, perdemos el corazón mismo del Evangelio.
23. A nuestra comunidad, decenas de jóvenes llegan buscando algo que no han encontrado en el mundo exterior, vienen en busca de sentido, presencia y/o comunión, por eso yo insto a todos aquellos que lean esto a que no desilusionemos con la rigidez de nuestra alma a aquellos jóvenes que buscan a Cristo. La Santa madre Iglesia no es una burócrata, es madre y nuestra comunidad debe convertirse en un hogar y no en un cuartel. La juventud actual no huye de cristo ni de la Iglesia, hue de los rostros deformados que aveces, incluso por error, nosotros mismos les mostramos, sin embargo, si aquellos jóvenes encuentran autenticidad se quedarán, si encuentran amor lograrán florecer y si les dejamos espacio, ellos construirán junto a nosotros la Iglesia que el Espíritu Santo quiere para estos tiempos.
24. El llamado a servir no es una función para unos cuantos, es una vocación esencial para todo el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Desde el primer momento del bautismo, todos los miembros del pueblo santo de Dios han sido elegidos y ungidos para vivir una existencia eucarística, que también debe ser ofrecida y entregada al servicio de los demás hermanos. Es una lógica del don mutuo la que, como un hilo de oro, une a todos los miembros de una comunidad, desde los que cuentan con un pastoreo de lugares grandes como quienes ejercen el sacerdocio bautismal en lo profundo de su corazón. El Concilio Paulino, en Lumen Veritatis nos dice "Porque también aquí, en este espacio de conexión y comunión, la Iglesia de Cristo brinda a los hombres y mujeres de nuestra era oportunidades para la oración fervorosa, la contemplación de los misterios divinos y la profundización en las Escrituras" (LV, 19). Solo así, nuestra comunidad peregrina en Minecraft, en el carácter verdaderamente universal, puede reflejar con una verdadera autenticidad el rostro de la Iglesia una, santa, católica y apostólica.
25. La autoridad no debe ser vista como un dominio ya que es más un peso y su ejercicio, lejos de querer engrandecer a quien lo detente, lo reduce hasta hacerlo todo para todos (cf. 1 Co 9,22), Cristo mismo lo vivió, él, que no vino a ser servido, si no a servir (Mc 10,45) y de la misma manera, el que se empeña en predicar lo que no practica, ya se ha condenado con su lengua (Cf. Regula Pastoralis, I, 2), por esto, el obispo no debe jamás nunca considerarse un monarca en el espacio que se le confía y tampoco el sacerdote debe considerarse como el dueño de una grey. Los verdaderos pastores son todos aquellos que gastan silenciosamente su vida, que escucha mucho más de lo que habla y ama más de lo que exige, ese es el único modelo posible de servicio en nuestra comunidad.
26. La comunidad católica, peregrina en Minecraft, al encontrarse en un contexto virtual y que se ha extendido por distintas realidades tanto culturales como geográficas, le ofrece a todo el pueblo de Dios una verdadera oportunidad privilegiada para poder manifestar la verdadera catolicidad de la Iglesia. Es en nuestra comunidad donde jóvenes de todas partes del mundo, sobre todo de Latinoamérica, se reúnen y no por afinidad humana, sino por el ferviente deseo común de encontrar a Cristo, es un milagro silencioso. Por lo anterior, todos los que participan en su vida pastoral deberán rechazar todo aquello que simbolice protagonismo, elitismo o también aquello que sea signo de particularismo, asi nos lo dice Christus Dominus, "No pierdan de vista, por otra parte, los Obispos, que, en el uso de los bienes eclesiásticos, tienen que tener también en consideración las necesidades no sólo de su diócesis, sino de las otras Iglesias particulares, puesto que son parte de la única Iglesia de Cristo." (CD, 6), la visión que se nos ofrece debe verse bien reflejada en nuestra comunidad virtual, sin excluir a nadie, sin hacer acepción de las personas y cuidando de no convertir la común en el privilegio de unos pocos, pero también, procurando cuidar siempre la unidad y no permitir la llegada de miembros divisorios, a menos de expresar una verdadera conversión y arrepentimiento.
27. Cuando la hipocresía eclesial nace de las manos de los que deberían de utilizarlas para bendecir se lleva a cabo una herida, la incoherencia daña la comunión de los miembros de la iglesia y este fenómeno que ha sido tantas veces denunciado en la historia de la Iglesia fué nuevamente visible en la historia actual. El Concilio Paulino, en particular en su constitución conciliar "Testes Christi" dice que "No puede haber división en el episcopado sin que ello repercuta gravemente en el Pueblo de Dios" (TC, 20) y también el Papa Francisco nos recordó que prefería una iglesia accidentada, herida y manchada con motivo de salir a la calle a que una Iglesia enferma por el encierro, por la comodidad y por aferrarse a sus propias seguridades (Cfr. G, 49), la autenticidad de una fidelidad no se grita, se vive.
28. Aquellos que dividen en nombre de la rectitud han olvidado lamentablemente que la pureza doctrinal no es el primer mandamiento, sino el amor, las correcciones que no brotan del amor se convierten en una violencia disfrazada de virtud. San Agustín dijo: “Ama y haz lo que quieras” (In Epistolam Ioannis ad Parthos, Tract. VII, 8) ya que en el amor encontramos la medida suprema a cualquier corrección, a cualquier palabra y a todo juicio. En nuestra comunidad, los vínculos son tejidos en lo que llamamos una "invisibilidad de la red" y nos encontramos que la caridad no es algo opcional, es un fundamento, nos damos cuenta que nada destruye más que el realizar un juicio sin tener misericordia y también comprendimos que nada logra edificar más que cuando la verdad es dicha sinceramente, si en algún momento nos vemos dispuestos a corregir, entonces que esa corrección sea como la de aquel que lava los pies del otro y no como el que lanza piedras desde lejos junto a la multitud.
29. Al ocurrir un escándalo público que afecte el orden, ese escándalo debe ser sanado de la misma manera con un testimonio público, no basta únicamente con el señalar aquello que se encuentre roto, también tenemos que repararlo. Cuando los ataques que nuestra comunidad provienen de aquellos que desacreditan lo que amaron, esos ataques entristecen el comportamiento de la historia eclesial, así lo denunció San Juan Pablo II quien exhortó "El Obispo es configurado con Cristo para amar a la Iglesia con el amor de Cristo esposo y para ser en la Iglesia ministro de su unidad" (PG, 13).
30. Una comunidad que se encuentra en una constante oración nunca será vencida por los ruidos y sacudidas de la división, únicamente la adoración en un silencio orante del corazón de Cristo logra regenerar aquello que el pecado llegó a fracturar, por tanto, donde existe oración, exist humildad y donde hay humildad también hay unidad. El mayor antídoto que podemos encontrar para luchar contra las fracturas internas no está en la estrategia, está ante el Santísimo, el alma de toda renovación eclesial es la adoración y si dicha adoración es realizada en lo profundo de los servidores de la comunidad, entonces ahí también, misteriosamente, la gracia actúa.
31. La actitud servicial va perdiendo su fuerza en el momento en que la caridad deja de animarlo, no se trata de únicamente hacer tareas o cumplir encargos, se trata también de ser transparentes en las acciones realizadas en el amor de Cristo. Aquellos a quienes se les ha hecho costumbre servir terminan cansados, los que sirven interesadamente al final llegan vacíos, pero los que sirven por amor, en lo pequeño y lo sencillo se unen al sacrificio redentor. En nuestra comunidad digital muchas veces las tareas a realizas se vuelven o parecen simples, incluso mecánicas y es conveniente recordar que la santidad no depende del tipo de acción realizada, sino también del corazón con que se realiza (cf. GS, 15; cf. 1 Cor 10,31).
32. Un corazón que está dividido siempre va a terminar debilitando a todo su alrededor y cuando las decisiones son tomadas desde la comodidad personal y no desde esa especial fidelidad a Cristo, todo lo que debería ser comunión se llega a transformar en un conflicto. Muchas veces disfrazamos como un discernimiento aquello que en realidad es una falta de generosidad y tratamos de justificar la separación con palabras bonitas y nobles pero en el interior son motivos heridos. La verdadera unidad exige una renuncia real al ser protagonistas, ser desesperados con los juicios y al ser autosuficientes. En el lugar en donde la obediencia es humilde, ahí florece maravillosamente la paz.
33. Cuando una comunidad ora junta, de la misma manera permanece junta. La oración es el único vínculo invisible que sostiene nuestros esfuerzos que son visibles, no existe una renovación pastoral ni una evangelización auténtica sin una vida interior que lo sustente. A pesar de que nuestra comunidad, peregrina en Minecraft, es digital, no está exenta de este llamado que pide y exigen corazones orantes. Todos los miembros que dedican parte de su tiempo del día a día para orar por sus hermanos, por sus pastores, por el camino que recorremos como comunidad, hacen más por la unidad que muchos otros. Un servidor que reza por sus hermanos que lo han herido, es, maravillosamente, un servidor que está más cerca de Cristo, que aquellos que simplemente tratan de responder y responder con argumentos inválidos.
34. El acto de perdonar no es únicamente un acto puntualista, es también un estilo de vida. Los hijos de Dios que sirven en la Iglesia deben ser los primeros en cultivar un corazón que se encuentre dispuesto a perdonar todos los días, incluso cuando no recibe disculpas. Una grieta que se hace visible y que contamina a nuestra estructura comunitaria es la falta de reconciliación, no podemos construir unidad si en los cimientos ponemos rencor, es por esto que, antes de que ofrezcamos cualquier palabra, también será necesario que revisemos nuestro interior y nos demos cuenta si el corazón está limpio “Perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos…” (Mt 6,12) no es una simple petición, es también una exigencia evangélica.
35. Únicamente la verdad, dicha con caridad, puede sanar.
36. Cuando tratamos de calcular el valor de un servidor, no debemos medirlo con palabras, debemos medirlo por la capacidad de sostener a otros, incluso cuando esté agotado. Tenemos hermanos que se vuelven columnas invisibles de nuestra comunidad ya que saben orar en silencio, callar cuando es necesario, esperar con esperanza y consolar en transparencia, aquellos servidores no necesitan títulos ni cargos, son almas silenciosas de la comunión. "el presbítero está inserto sacramentalmente en la comunión con el Obispo y con los otros presbíteros para servir al pueblo de Dios que es la Iglesia y atraer a todos a Cristo" (PDV, 12). La comunidad que reconoce y que también honra a estos servidores, crece en una madurez espiritual.
37. En cuanto a las divisiones que la comunidad ha vivido, encontramos que no son una fatalidad inevitable, son consecuencia de corazones cerrados al espíritu. Una verdadera sinodalidad exige una verdader apertura, un diálogo atento y una escucha real, cuando imponemos una visión única y no dejamos espacio a la diferencia reconciliada, traicionamos el coraźon del Evangelio. Nuestra comunidad ha nacido para acoger y no para excluir, si en verdad queremos ser un signo auténtico de Iglesia, entonces debemos vivir esta unidad no como un frágil y débil acuerdo, sino como un testimonio fuerte, mismo que nace de la cruz y que resplandece en el momento de la resurrección.
38. El carácter de servir implica exponerse muchas veces a la incomprensión de algunos, en distintas ocasiones, el servidor que es verdaderamente fiel no encontrará una celebración, sino que será cuestionado, a los ojos del enemigo, su entrega silenciosa parecerá una pasividad, su obediencia filial una debilidad o su oración constante una evasión, sin embargo, nada está más lejos de la verdad. En el reino, todo aquello que el mundo desprecia vilmente, Dios lo exalta. Dios ha escogido -como lo recuerda San Pablo- lo necio del mundo para confundir a los sabios y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte (1 Co 1,27). Aquellos que permanecen en la tarea que se les encomendó sin ceder a la necesidad de un aplauso, sin que cambien su fidelidad por conveniencia están unidos a Cristo que “se anonadó a sí mismo tomando la condición de esclavo” (Flp 2,7).
39. Cuando un servidor es herido, no debe tomar esa herida como una renuncia a la vocación. Todas las heridas que se sufren en el ejercicio de un servicio no es signo de que se haya fracasado, es una ocasión para purificarse, aquellos que han sido amados y les han rechazado o quienes han dado y han sido olvidados participan de la lógica de la cruz. El dolor asumido en Cristo no es un dolor que nos paralice, sino que nos transforma. Los obispos -como nos recuerda el Concilio Paulino- "a imagen del Maestro, ha de entregarse plenamente, no solo en la ofrenda del altar, sino también en su vida y servicio, hasta derramar su sangre si fuese necesario" (TC, 25), nuestra comunidad y toda la Iglesia se ven necesitadas de servidores que no huyan en el momento que llegan las sombras, sino que permanezcan firmemente.
40. Nuestra vida espiritual no va a depender del lugar en el que nos encontremos, dependerá de la disposición que tengamos en nuestro interior, por eso hay hermanos que piensan que una comunidad virtual es incompatible con la santidad, y, sin embargo, también en nuestra comunidad se puede rezar el rosario, meditar la palabra y encontrar a Dios en el rostro de nuestros hermanos. Si el Santo Espíritu habita donde dos o más se reúnen en su nombre (cf. Mt 18,20) entonces también está verdaderamente presente en nuestra comunidad virtual, aquí, jóvenes de una gran diversidad de paises se encuentran, se forman, oran juntos y caminan en unidad. Nuestra comunidad, lejos de ser un instrumento para evadir la realidad, se convierte en una plataforma de gracia.
41. No todos los hermanos que son llamados a servir realizan tareas visibles, sin embargo, todos estamos llamados a la santidad y muchas veces caemos en el error de confundir el servicio con un protagonismo, sin embargo, la amplia historia de la Iglesia ha sido construida sobre la vida de muchos hombres y mujeres que nunca jamás fueron conocidos por su nombre pero si por su fidelidad. Todos nuestros hermanos, desde los que limpian, organizan, los que nos acompañan en el silencio, todos ellos tienen reservado un hermoso y especial lugar en el maravilloso corazón de Dios ya que: “Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6,6) y continuando en la lógica del evangelio, nuestros hermanos que son los primeros no siempre son los que más se ven, sino los que más se donan.
42. Un reconocido y verdadero acompañamiento desde lo espiritual, es imposible que sea reemplazado por consejos rápidos, de último momento o mensajes que sean impersonales. La pastoral, inclusive en los entornos digitales, se ve requerida de una auténtica presencia, respeto por los debidos procesos y una paciente escucha. En la comunidad peregrina en Minecraft, esta dimensión es necesario que sea cuidada con un esmero especial y mayor. Cada joven que ingresa a nuestra comunidad no se ve necesitado de una respuesta inmediata a cada pregunta que realiza, sino que necesitan a alguien que camine a su lado, paso a paso, juntos, alguien que los espere, que les comprenda y que los ame en su crecimiento. El hecho de formar, sostener y corregir con caridad forma parte de un verdadero ministerio pastoral, esto, inclusive en un entorno virtual como en el que se encuentra nuestra comunidad.
43. La gran labor de formar servidores no debe ser tarea de unos cuantos responsables, debe ser tarea de toda la comunidad, ya que, todas las palabras, los gestos, las reacciones, pueden convertirse en muy buenos instrumentos formativos o también se pueden convertir en una causa de tropiezo. Una comunidad que en verdad es madura, es aquella comunidad en la cual, todos sus miembros se sientan responsables del crecimiento de sus otros hermanos. La corrección fraterna nace en el momento que el amor es elevado a una forma de servicio y en el que un aliento constante se vuelve como un bálsamo para aquellos que se encuentren cansados. Un servidor crece al sentirse verdaderamente sostenido y acompañado por su comunidad, ninguna persona llega a la fidelidad solo, siempre hay una red invisible, ya sea de apoyo, de oración pero sobre de amor, y gracias a esto, se llega a una vocación fecunda.
44. Cuando existe un silencio interior no significa que sea un refugio de la apatía, también sugiere una preparación del propio corazón para atender a una misión. El papa Francisco nos ha enseñado que de nada sirve un retiro que tenga como fin, evitar el compromiso pero que fortalece un corazón que lo sostiene. Es ante esta tentación de "buscar paz y quietud rehusando el servicio", nos alienta a reconocer que "no es que la vida tenga una misión, sino que es misión" (Xavier Zubiri, Naturaleza, historia, Dios, Madrid 19993, 427) y en nuestra comunidad, el que ora en secreto no es alguien que escapa, sino que se arma para servir.
45. Las personas que sirven, muy a menudo sienten miedo a la mediocridad, sin embargo, la santidad no es una excelencia humana, es una fidelidad de amor en todo lo ordinaria. "la santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros, por el grado como, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya" (Benedicto XVI, Catequesis sobre la santidad, 13-04-2011), así, cada obra humilde, los consejos llenos de sinceridad, en el momento de unirse a la caridad de cristo, tejen na red de santidad que no se ve, pero que en verdad sustenta la comunión entera.
46. Al momento en que un sacerdote se configura con Cristo, cabeza y pastor, se realiza completamente no solo en la liturgia, también en su entrega total a Dios y a la Santa Iglesia, así nos lo enseñó Juan Pablo II al decirnos que, por medio del sacramento del orden, el ministro prolonga la presencia de Cristo entre el pueblo: "los presbíteros son llamados a prolongar la presencia de Cristo, único y supremo Pastor, siguiendo su estilo de vida y siendo como una transparencia suya en medio del rebaño que les ha sido confiado." (Pastores Dabo Vobis, 15). Incluso en el entorno digital en el que se desarrolla nuestra comunidad, todas las celebraciones realizadas, honran este sagrado vínculo que sostiene la gracia del ministerio.
47. La formación recibida no encuentra su culmen en la ordenación, la formación se trata de un proceso permanente, Juan Pablo II refiere que el sacerdote debe avivar siempre el don del que fue merecedor a recibir (cf. 2 Tim 1,6), renovando así, su corazón y la misión que se le ha confiado (PDV, 70‑75), siguiendo este contexto, en nuestra comunidad digital, asumir la formación continua no es un acto protocolario, es una responsabilidad de quienes han sido llamados a guiar y a servir.
48. No podemos convertir la acción pastoral en algo que sea impersonal. Un acompañamiento de verdad nos exige "prolongar en la Iglesia y en la historia la presencia redentora de Jesucristo, el buen Pastor." (PDV, 60), eso significa una presencia concreta, tanto el el carácter de atención, manera de dialogar y en el recibir al otro en su singularidad y en su fragilidad. Los servidores digitales no son una interfaz, se vuelven una persona disponible para vivir el misterio del encuentro a pesar de encontrarse detrás de una pantalla.
49. Algo maravilloso que hemos encontrado es que la gracia de Dios actúa inclusive en las estructuras más simples, ya sea un pequeño grupo de oración, una catequesis virtual, una misa transmitida en los medios digitales, todo puede convertirse en un lugar de encuentro con lo divino. El magisterio nos afirma que “quienes se reúnen en mi nombre, allí estoy yo” (Mt 18,20), así también lo confirma y lo valida nuestra propia experiencia, no importa lo cuán rudimentaria llegue a ser la plataforma en la que nos encontremos, la fe verdadera convierte cualquier encuentro en una presenciación del resucitado.
50. A un ministerio auténtico se le logra llamar testimonio, de nada nos sirve llamarle testimonio a unas palabras que, sin acción, se vuelven un simple eco vacío, recuerden siempre que nuestro señor, llamó a sus queridos discípulos para que ellos fueran sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5,13‑14). Así, hoy, en nuestra comunidad, nuestros integrantes no nos llaman la atención por su vestimenta o la "skin" que utiliza, si no, por la coherencia de su vida, por el calor humano que irradian y la gran fidelidad que muestran. Un corazón que se encuentre ajustado al Evangelio, al encontrarse con otro, logra que la Iglesia siga floreciendo vivamente y sea capaz de continuar irradiando esperanza y transformar las realidades, inclusive las virtuales -como nuestra comunidad-.
51. Una vida en santidad, se mantienen nutriendo de lo cotidiano, de las experiencias recibidas día con día, la santidad -nos dice el Papa Benedicto XVI- es nada más que la caridad vivida con plenitud (Benedicto XVI, Catequesis (13 abril 2011) y en nuestra comunidad virtual, esto significa que una conversación de manera respetuosa en los distintos canales, una ayuda técnica que es realizada sin buscar reconocimiento o una oración en silencio, pueden ser caminos de Santidad. Lo extraordinario nace de lo ordinario hecho con amor
52. No se trata únicamente que el presbítero se sienta configurado con Cristo, cabeza y pastor, se trata de también asumir una identidad, la identidad de ser una presencia viviente de Cristo en medio de todos nuestros hermanos, así en lo presencial como también en lo digital. Las misiones y ejercicios del ministerio deben siempre reflejar esa configuración sacramental.
53. Crecer en la caridad pastoral a través de la vida constante en comunión y oración también forma parte del compromiso ineludible de la formación personal y permanente. En el entorno digital, donde esto puede parecer algo fugaz, este crecimiento se ve enraizado a una lectura orante, el acompañamiento fraternal y la apertura a una crítica constructiva, es una base sólida para un ministerio eficaz y rectamente espiritual.
54. No se trata de ensoñarnos con la vida espiritual, se trata de dar una respuesta activa al llamado de Cristo: “¿Me amas?” (Jn 21,15). Si tratamos de medir a un presbítero por cuánto tiene a su cargo, no llegaremos a nada, sin embargo, al medirlo por cuánto ama, llegaremos a encontrar el verdadero valor. Pastores Dabo Vobis señala que ser sacerdote significa prolongar la cercanía de Cristo, esposo de la Iglesia y en Minecraft, eso se convierte en una escucha sincera, corrección en caridad y un acompañamiento, no en decisiones impersonales ni respuestas automáticas.
55. El corazón vivo del ministerio se ve encontrado en la caridad pastoral, eso es lo que convierte el sacramento en un servicio real. El presbítero, habiendo sido animado por el Espíritu Santo, debe ser un signo eficaz de Cristo buen pastor, que busca, que cura y que salva. No se trata únicamente de tener gestos grandiosos y heroicos, también se trata de acompañar a quien reza y, en nuestra comunidad, cada palabra que damos a nuestros hermanos se vuelve esperanza, los consejos y las oraciones que sostenemos en el silencio, construyen una Iglesia vivible.
56. Un ministerio sin comunidad se vuelve una autocomplacencia, un presbítero no solo existe "en" la Iglesia, si no que también está "al frente" por esa configuración con Cristo, pero también en comunidad con la Iglesia particular y Universal. Si uno de nuestros hermanos vive aislado, no cumple esa identidad. En nuestra comunidad, nadie es una isla, nuestra vocación ministerial también es comunitaria, para que el don que hemos recibido, se convierta en un don compartido.
57. El hermano sacerdote que sirve siempre con humildad no busca ser comprendido por todo el mundo, busca ser fiel, así nos damos cuenta que la verdadera grandeza no está en lo visible, sino en lo ofrecido con la pureza de corazón. El Concilio Paulino nos dice que "la vocación de la Iglesia en Minecraft consiste en ser luminaria del Reino Celestial, de tal manera que, guiados por el Divino Espíritu, proclamemos con valentía el dominio soberano de Nuestro Redentor" (Lumen Veritatis, 13). No hay servicio pequeño cuando se entrega desde la obediencia al espíritu y, en nuestra comunidad, esta obediencia se ve manifestada cuando el servidor acoge con una verdadera paciencia los tiempos de su otro hermano y le responde sin estar irritado y opta mejor por un bien común aunque su propio parecer no sea el que prevalece. Las anteriores actitudes que he mencionado son eco de Cristo, que “no vino a ser servido, sino a servir” (Mc 10,45), y que “siendo rico, se hizo pobre por nosotros” (2 Co 8,9).
58. No haremos nacer a la unidad eclesial de simples estructuras, sino, de ese vínculo de caridad entre todos aquellos que ejercen el ministerio. Según Lumen Gentium y la Testes Christi, la communio episcoporum no se llega a entender como una federación de poderes, al contrario, como una comunión orgánica que logra brotar solamente del único episcopado y que se mantiene viva en la unión con el romano pontífice (LG, 22; cf. Testes Christi, 14‑15). Así, en el momento que un obispo o un presbítero se distancia de esa comunión, él daña gravemente el cuerpo entero, como un miembro desgarrado del cuerpo místico de Cristo (cf. 1 Co 12,25‑27). En nuestra comunidad, esta bella fidelidad se logra manifestar en la disposición a ser enviado, en el aceptar las decisiones de nuestros superiores con disponibilidad y espíritu filial y también en la transparencia durante la gestión pastoral. No debemos ver a la comunión como una uniformidad, sino como una obediencia iluminada por la fe.
59. Quizás, la figura más olvidada, pero también la más evangélica de todas, es la del servidor silencioso, siguiendo el ejemplo que nos muestra el Evangelio de Mateo “No sabrá tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (Mt 6,3). El mundo digital es propenso a que no todo lo que se realice dentro de él sea visto, registrado o replicado, sin embargo, un servidor auténtico se mueve con discreción y no por miedo, sino por reverencia. El Concilio Paulino habla de que el sacerdote "está llamado a servir con humildad y obediencia" (Gens Sancta, 22) y como aquellos que velan por la vida del rebaño sin esperar una retribución o un reconocimiento hay servidores que edifican sin levantar la voz. Esta discreción no debe ser vista como pasividad, es una forma profunda de caridad, ya que en ella, el sacerdote se une a Cristo que “no quebró la caña cascada ni apagó la mecha que humea” (Is 42,3; cf. Mt 12,20) y cuya autoridad brotaba de su mansedumbre.
60. Un joven que se consagra al servicio de la Iglesia en Minecraft se llega a convertir en una semilla de la esperanza. En el mundo exterior, muchos podrían llegar a considerar como irrelevante, una vocación nacida en un entorno digital -como es el caso de diversos integrantes de nuestra comunidad- pero olvidan que el Espíritu Santo no conoce fronteras. El papa Benedicto XVI reconocía que el continente digital es una parte integral de la vida del hombre (Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2011). La Comunidad Católica de Minecraft ha sido un terreno fecundo para el surgimiento de muchísimas vocaciones auténticas y en donde jóvenes de toda américa -hasta el momento- han descubierto su llamado al sacerdocio, a la vida consagrada o al apostolado laical. Es deber de todos los miembros de nuestra comunidad el acompañar, formar y custodiar esos brotes de vocaciones, llenos de ternura y firmeza, para que, así, la virtualidad no debilite la profundidad y para que el testimonio de esos jóvenes que encontraron aquí su vocación, sea una llama encendida y no se convierta en una chispa fugaz.
61. El acompañamiento pastoral es un arte espiritual, ya que, acompañar, implica también caminar junto a nuestro hermano sin obligarlo a llevar nuestro ritmo, sin reemplazar su discernimiento pero sin dejarlo solo. San Ignacio de Loyola nos aconseja que el verdadero acompañante ayude al otro a disponerse para recibir la gracia (cf. Ejercicios Espirituales, n. 15–17) y ese principio sigue vigente para todos aquellos que ejercen su labor en Minecraft, ya que, aquí también es un espacio en donde las heridas, la ansiedad y las dudas emergen con mucha facilidad.
62. La caridad entre los ministros es un baluarte de la Iglesia. En palabras de Testes Christi "Quien se encierra en sí mismo, sin escuchar a sus hermanos ni aceptar corrección, pone en riesgo la unidad de la Iglesia" (Testes Christi, 22). Por tanto, cuando un miembro de nuestra comunidad deshonra a su hermano con chismes, una mala competencia o también con desdén llega a desfigurar el rostro de Cristo, por eso el Sacro Concilio lo denuncia como una de las causas más graves de división en nuestra comunidad. La corrección fraterna y una sincera reconciliación no son actos opcionales ya que son deberes de quienes fueron constituidos como pastores. En nuestra comunidad urge más que nunca el cultivar una cultura del honor mutuo, de la escucha y del perdón constante
63. El futuro de la iglesia está en la santidad de sus miembros, no solo en las estructuras. Si la comunidad mantiene un clero dividido o hay quienes se aferran a cargos sin tener un espíritu de servicio, esa comunidad se va vaciando desde dentro, pero en una comunidad donde existen pastores humildes y dispuestos a desaparecer para que Cristo aparezca, en esa comunidad florece la vida de la Iglesia, por eso nuestra comunidad debe ser un faro de esa esperanza, no importa que se encuentre en un espacio virtual, lo real es la fe, el amor y la entrega. Inclusive en este rincón de un entorno digital, el señor puede hacer brotar santos, “No nos cansemos de hacer el bien” (cf. Ga 6,9) ya que lo que se siembra en lo oculto, dará fruto a su tiempo.
64. El ministerio eclesial no es una posesión, nunca debe ser visto así, es una misión que se recibe por gracia y que se ejerce por amor. Un obispo no es dueño de su cargo, es un siervo de una Iglesia que ya existía desde antes que él existiera y que seguirá después que él perezca, por esto, uno de los más nobles gestos de un pastor es saber retirarse a tiempo, "Se ruega encarecidamente al Obispo diocesano que presente la renuncia de su oficio si por enfermedad u otra causa grave quedase disminuida su capacidad para desempeñarlo." (Código de Derecho Canónico, can. 401 §2). En nuestra comunidad, esta realidad también puede y debe asumirse con madurez ya que el liderazgo no es para quien más ha durado, sino para quien más puede amar en ese preciso momento, y, cuando la fuerza, la claridad, la serenidad o la disponibilidad ya no nos acompañan, entonces es prudente y también evangélico dar paso a otros y no ver esto como una derrota, sino como una fecundidad.
65. Es en el discernimiento de su permanencia en el ministerio en el que el obispo debe dejarse iluminar por la oración y por el sabio consejo de todos sus hermanos. El Santo Padre Benedicto XVI nos regaló un testimonio luminoso cuando, al haber percibido que sus fuerzas ya no le permitían pastorear la Iglesia con claridad y vigor, renunció a su pontificado con humildad, con serenidad y también con valentía: “Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino” -dijo con sencillez profética- (Declaración de Renuncia, 11 de febrero de 2013). Este gesto, lejos de ser visto como una debilitación a la Iglesia, logró fortalecerla, ya que fué un signo de la libertad interior, un signo de confianza en Dios y de amor a la comunidad. Espero en verdad, que todos nuestros integrantes, dentro o fuera de lo digital, tengan el coraje suficiente de preguntarse no únicamente si puede seguir, sino también, si debe seguir.
66. El ceder el paso a otros no es perder valor, es reconocer que la gracia de Dios no se agota en solo uno. Muchos miembros de nuestra comunidad, especialmente los obispos, llegan a pensar que su ausencia va a significar un vacío, sin embargo, la Iglesia no se sostiene por la fuerza de los individuos, sino por el Santo Espíritu que la anima. La estabilidad del ministerio no implica una inmovilidad, implica verdadera fidelidad a la misión que les ha sido encomendada por Cristo, el servicio debe mantenerse siempre libre de cualquier escándalo que llegue a afectar la credibilidad de la Iglesia. Lo anterior es tan válido en la vida real como en nuestra comunidad digital, el aferrarse a una funcioń que ya no se puede llevar con caridad ni eficacia, termina siendo más un obstáculo que un servicio, por tanto, el relevo es un acto de humildad y también de confianza en la acción de Dios.
67. En cualquier proceso de discernimiento vocacional y/o pastoral, el tiempo es un factor innegablemente esencial, no podemos servir con el mismo fervor en todas las acciones de nuestra vida, Eclesiastés nos lo dice “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo” (Ecl 3,1), eso quiere decir que hay un tiempo para asumir la labor de pastorear con ímpetu y también un tiempo para entregarlo con gratitud. En nuestra comunidad, lo anterior dicho debe de vivirse sin ningún dramatismo o apego, debe vivirse como parte de ese dinamismo perteneciente a una Iglesia viva. No debe ser visto como una señal de cansancio humano solamente el retiro de un obispo, debe ser visto como un signo de que Dios puede continuar su obra también con otros instrumentos, debemos dejar de medir a la fidelidad teniendo en cuenta la cantidad de tiempo en la que permanecimos en un cargo, sino por cómo supe entregarlo y ofrecerme en él.
68. Para que sea fecundo el relevo ministerial, debe prepararse con antelación un acompañamiento, un diálogo y un periodo apto de oración, no es un trámite o una simple rotación, es una transmisión espiritual de un deber que debe continuar tanto el que parte como el que llega. El pastoreo verdadero no teme retirarse ya que sabe que la obra no es suya, sino de Dios. La persona persona que deja el cargo no desaparece, entra en una nueva forma de servicio, como la intercesión, el silencioso consejo y la acogida de quien inicia. Y la persona que lo recibe, debe hacerlo con gratitud y temblor, sabiendo bien que no hereda poder, sino responsabilidad.
69. Un servidor verdadero no compite, coopera y si uno ha comprendido que la misión no es acumulación de méritos, sino donación constante, entonces también sabrá que el acto de apartarse con libertad es tan valioso como el de haber aceptado la misión en su momento. En Pastores Dabo Vobis nos recuerdan que el ministro ordenado tiene carácter permanente, pero su ejercicio puede variar según las necesidades del pueblo de Dios y las circunstancias personales. Esto vale también en el entorno en el que se desarrolla nuestra comunidad, donde muchas veces la visibilidad prologa servicios que deberían haberse ofrecido por una temporada, el acto de servir no es ocupar, sino ofrecer y saber servir.
70. Nuestra comunidad virtual, tanto universal en espíritu como local en expresión y viva en cada rincón donde se proclama el nombre del señor, necesita personas servidoras que no teman en retirarse cuando su momento haya llegado. No encontraremos la fecundidad del ministerio en permanecer, sino en obedecer y la misión no se detiene con el cambio de nombres o de rostros, ya que el que edifica es el espíritu. Que nuestros obispos, nuestros presbíteros y diáconos, así como seminaristas, aprendan también a decir “ya está cumplido” (cf. Jn 19,30) cuando sea el tiempo de hacerlo, si miramos esa palabra, pronunciada desde la cruz, encontraremos también una semilla de resurrección.
70. El servicio pastoral no debe entenderse como una carrera que concluya con la muerte o el desgaste, debe verse como una vocación que se acaba con la muerte o con el desgaste, si no como una vocación que se va adaptando con el paso del tiempo, Christus Dominus reconoce que el ejercicio del ministerio episcopal requiere condiciones personales que permitan un servicio eficaz (Cfr. CD, 21) y en esa afirmación sigue vigente también en nuestro entorno, en donde los pastores deben tener la lucidez y la humildad para reconocer que existen diversas etapas en las que ya no se logra guiar como antes. El paso al retiro, muy lejos de ser una renuncia al llamado es una fidelidad distinta, fidelidad que se expresa en la confianza puesta en quienes continúan el camino.
71. No todos estamos llamados a permanecer al frente de la misión por un tiempo igual, el evangelio mismo nos muestra que están los que siembran, los que riegan y los que recogen (cf. 1 Co 3,6‑8) y el saber identificar cuál es el tiempo propio también es parte del arte espiritual del discernimiento. Cuando un pastor que ha perdido el sentido del tiempo, ese pastor corre el riesgo de volverse un obstáculo para la gracia y no porque falte intención, sino porque ha perdido la frescura del Espíritu que renueva constantemente. En nuestra comunidad han existido muchos miembros comprometidos y fecundos que supieron decir adiós en el momento oportuno y ello ha sido semilla de las nuevas generaciones.
72. La renuncia al ministerio activo no excluye al pastor de la vida de la comunidad, al contrario, le permite entrar en una nueva y mayor forma de servicio, en la mayoría de veces, más profunda, ya sea la intercesión, el consejo o el silencio fecundo y San Juan Pablo II nos dejó relatado en Pastores Gregis que el peso invisible del episcopado continúa incluso después de la renuncia y ese peso no desaparece, se transforma. Aquellos que han guiado con sabiduría continúa alimentando su ejemplo. Por tanto, el retiro, entonces, es continuidad, no negación del ministerio, sino otra forma de vivirlo.
73. Es muy necesario el discernimiento en un espíritu de oración para llevar a cabo ese relevo y la decisión de apartarse no puede ser el fruto de un cansancio emocional o del conflicto interno, sino también de la serena iluminación del Santo Espíritu. “Si alguno de ustedes necesita sabiduría, pídasela a Dios” (St 1,5) y la Iglesia no necesita pastores perfectos, sino que necesita pastores honestos con su realidad, por tanto, el reconocer los límites no es debilidad, sino una fortaleza espiritual y en la comunidad, esto implica saber cuándo dejar un cargo, cuando dar un paso atrás y cuándo ofrecerle una oportunidad a otro, confiando que todo es parte de la obra de Dios.
74. Cuando un pastor no se aferra al gobierno nos damos cuenta que ese pastor es un verdadero pastor. El poder en la Iglesia es servicio y toda la autoridad debe ejercerse en clave de donación. Aquellos que permanecen por costumbre o por temor, daña a la comunidad, en cambio, aquél que se queda por una vocación renovada, la logra fortalecer, por eso es preciso que los integrantes de nuestra comunidad aprendan a examinar su interior, sin engaños ni apegos, preguntandose con honestidad si aún están edificando o si ya es tiempo de sembrar en silencio.
75. Al encontrarnos con la figura del obispo emérito, se nos revela uno de los rostros más tiernos de la Iglesia ya que la Iglesia no descarta y tampoco prolonga tareas a aquellos que ya no pueden cumplirlas. El hecho de pedir un ministerio sin escándalos abre paso a la conciencia de que cada pastor, inclusive cuando cede el báculo del gobierno, ese pastor sigue siendo un guía, un hermano y un testigo para muchos. El obispo emérito nos enseña con esa serenidad que debe caracterizarle que, con su oración, mantiene una ausencia activa.
76. Cuando un relevo se lleva a cabo correctamente es visto como una escuela para aquellos que vendrán, por eso, cuando un obispo o un servidor se retira en una paz total y con dignidad, deja una marca de humildad que logra educar más que muchos discursos. Si analizamos la tradición de la Iglesia, nos damos cuenta que está llena de santos o de personas que supieron decir "basta" en el momento más oportuno, por ejemplo: Celestino V, Gregorio XII o Benedicto XVI, ninguno de ellos fué débil, al contrario, fueron luminosos y nuestra comunidad debe verse inspirada por ellos para lograr entender al ministerio no como una trinchera, sino como una misión con etapas, con inicios y también con finales. “Hay tiempo de plantar y tiempo de cosechar” (Ecl 3,2).
77. No ceso de recordarles que uno de los signos más claros del amor a la Iglesia es esa disposición a ceder en el momento justo y que esa actitud no es algo improvisado, sino que se cultiva en oración, en la formación y en el trato a los demás, ya que, un servidor que ha vivido de cara a Dios, no temerá el día en que su nombre deje de figurar, ya que comprenderá que lo importante nunca fué su figura, sino, el Evangelio que transmitió.
78. El relevo, cuando es bien entendido, es un acto de fe que implica confiar en que el Espíritu Santo seguirá actuando en los nuevos miembros, implica también aceptar que otros pensarán distinto a nuestra manera de ver las cosas, que actuarán distinto pero estando seguros que lo que harán, lo harán movidos por el mismo amor, Testes Christi nos lo señala: la sucesión episcopal no es simplemente la continuación de una estructura organizativa, sino la expresión viva de la presencia de Cristo en su Iglesia" (TC, 9) y este mandato no debe ni puede ser omitido, la preparación del relevo es un ejercicio de la caridad pastoral.
79. Cualquier comunidad lo suficientemente madura sabe cuidar a sus eméritos. Lo anterior no se trata de llenarlos de homenajes vacíos, se trata de permitirles seguir siendo parte de ese cuerpo que tanto amaron, y, muchas veces, un consejo de quien ya no está en funciones puede llegar a salvar a toda una diócesis del desánimo, por eso mismo, un gesto de afecto, una oración compartida y una consulta respetuosa reflejan que el vínculo del emérito con su diócesis no se ha roto, sino, que se ha transformado. Nunca encontraremos servidores viejos en el corazón de Cristo, solo discípulos que continúan caminando.
80. Finalmente Debemos de aprender a despedirnos llenos de gratitud, entendiendo que no toda despedida es pérdida, a veces es una bendición. En el momento en que un pastor se retira y deja una comunidad en paz, semillas sembradas o una estructura viva, entonces se dará cuenta que su paso no fué en vano. “He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe” (2 Tm 4,7), encontremos en estas palabras un canto de gloria y no un epitafio del servidor y que en nuestra comunidad, sepamos vivir también estos tiempos con fe, sin temor y con la certeza de que el buen Pastor nunca se retira.
81. Hemos llevado al final de esta breve meditación pero no al final del camino, ya que un auténtico servicio jamás se agotará en teorías o en decretos, se encarnará en rostros concretos, en gestos humildes, en las decisiones silenciosas que construyen comunión. Si algo deseo personalmente con esta encíclica es recordarles a todos ustedes que servir es amar y que amar es entregarse hasta el final, todo esto inclusive en el entorno virtual, donde muchas de nuestras acciones pueden pasar desapercibidas. La verdadera fidelidad al ministerio, a la humildad en el ejercicio de la autoridad y la apertura al relevo cuando es justo, son caminos por los que el reino de nuestro señor se abre paso en nuestra comunidad virtuál y más allá de ella.
82. El testimonio de muchos obispos y miembros que han construido con fe esta comunidad no se olvidará nunca, ya que, las piedras digitales que han colocado, aunque no se vean físicamente, forman parte de un templo espiritual que continúa creciendo en unidad, en verdad y en caridad. No se trata simlemente de una comunidad de un solo país o una región, esta es una comunidad universal, ya que lo que la une no es un escudo, es el amor a Cristo, “porque nadie puede poner otro fundamento que el ya puesto, que es Jesucristo” (1 Co 3,11) y desde la red más remota hasta el integrante más nuevo y el templo más grande, en cualquier rincón donde se pronuncie el nombre del señor con verdadera fé, ese lugar será tierra sagrada.
83. Todos aquellos que han causado dolor a la comunidad -por ignorancia, hipocresía o por resentimiento- no deben ser condenados y mucho menos imitados, ellos deben ser evangelizados pacientemente. Seamos signos valientes del Evangelio en la medida que respondamos siempre con misericordia y con verdad, nunca con ironía ni con desdén, así lo expresaba San Agustín: "Cosa fácil es e inclinación natural odiar a los malos, porque son malos; raro es y piadoso el amarlos porque son hombres" (Epistola 153, 3) y que esta enseñanza nos ayude a ser una comunidad que bendice, a pesar de haber sido herida.
84. A todos aquellos que aún sirven, no les vayan a desanimar las ingratitudes, los silencios o las pruebas difíciles, Jesucristo, el buen pastor, no prometió caminos planos y fáciles, pero si nos prometió una compañía fiel y nos dice “No teman, Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Por tanto, en este entorno digital, necesitamos más que nunca, nuevos servidores que crean que entregar su vida verdaderamente vale la pena y que el señor no se mide en "clicks", sino en oraciones.
85. Deseo fervientemente que esta encíclica sirva como una lámpara encendida para nuestros tiempos, que inspire a los actuales servidores a vivir con humildad su misión, sin buscar nunca glorias pasajeras, sino la gloria del que lava los pies. Deseo abundantemente que los pastores comprendan que el poder verdadero es la ternura de Cristo, que todos los miembros se animen a colaborar desde el lugar en el que se encuentren y que, todos juntos, perseveren siempre como una comunidad viva, orante y dispuesta a seguir pescando hombres, como aquél día en que el maestro llamó a Pedro con una voz firme y un amor eterno, ya que a nosotros también nos dice: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5,10).
86. Deseo, en verdad, vivamente, que la siguiente oración sea pronunciada de manera devota después de las oraciones postcomunión en todas las celebraciones realizadas en nuestra comunidad, manteniéndola como un signo visible de comunión, de humildad en el servicio y también de intercesión por la unidad de todos los creyentes en el ámbito digital.
Oración por la unidad en la Comunidad Católica de Minecraft.
Señor Jesús,
tú que oraste al padre para que todos fuéramos uno,
mira con bondad a esta comunidad que se reúne
más allá de los muros, en el ancho mundo digital.
Haznos humildes en el servicio,
valientes en el testimonio,
y fieles en la comunión.
Libéranos de la soberbia que divide,
de la indiferencia que enfría,
y también del orgullo que destruye.
Que nuestras acciones bendigan,
que nuestros gestos construyan,
y que nuestras palabras sean puentes de paz.
Haz de esta Comunidad Católica, peregrina en Minecraft,
una familia donde reine el amor,
una Iglesia viva donde Tú seas el centro,
y una señal para el mundo
de que tu reino también puede nacer en lo inesperado.
Amén.