08 marzo 2025

Acta | 11.ª Congregación General

       
SACRO CONCÍLIO PAULINO

DECIMA PRIMERA CONGREGACIÓN GENERAL
AMBITO ECLESIOLOGICO

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A los veintiocho días del mes de febrero del año dos mil veinticinco, a las veinte horas, se reunieron los Padres Conciliares, fieles a la sana doctrina, en la inefable búsqueda de comprender la misión digital y expandir la evangelización sin perder de vista de ninguna manera los santos dogmas de fe proclamados por el Sagrado Magisterio, para la decima primera Congregación General del Concilio Paulino, en la cual se abordó el ámbito eclesiológico. 

Se tuvieron los ritos iniciales y el solemne canto del Veni Creator Spiritus. A continuación, se dio inicio a los temas de la congregación, centrados en el ejercicio del ministerio petrino en Minecraft: naturaleza, función y poder, validez de elección y sucesión, revocación de mandato.

Tema 1: Naturaleza, función y poder.

Mons. Jesús Ortiz en representación de la Comisión Eclesiológica presentó la introducción al primer tema.

Monseñor Ángel Card. Castillo tomó primero la palabra: Buenas noches, queridos hermanos. Dentro de la naturaleza de la Iglesia, la función y el poder del Sumo Pontífice van mucho más allá de ser una figura representativa. Su papel, el que ejerce en este caso Su Santidad Benedicto, no es simplemente un liderazgo humano, sino un servicio cuyo origen está en Cristo mismo. En la actualidad, donde la confusión, la fragmentación y la rehabilitación de ciertas doctrinas pueden debilitar nuestra fe, el Papa es un faro de unidad. A través de su triple ministerio: magisterial, santificador y gubernativo, garantiza que la Iglesia conserve intacto el depósito de la fe, que se mantenga como un cuerpo vivo en búsqueda de la santidad y que, a pesar de estar compuesta por hombres, tenga la dirección y el orden necesarios para cumplir su misión.

Sin embargo, el Papa no puede hacerlo solo. Si bien posee un poder pleno, universal e inmediato, su misión no es exclusivamente suya. Nosotros, como obispos, cardenales y presbíteros, debemos sostenerlo con nuestro apoyo, compromiso y fidelidad. No se trata solo de reconocer su autoridad, sino de comprender que nuestra comunín con él es esencial para la vida de la Iglesia. Me gustaría dejar en claro que el Santo Padre no es sólo un dirigente, sino un pastor que también necesita de su rebaño. Así como él está al servicio de la Iglesia, nosotros estamos llamados a servir en nuestra propia vocación dentro de ella. Defender su autoridad no es un acto de obediencia ciega, sino una respuesta consciente a la voluntad de Cristo.

Apoyar su ministerio no significa simplemente escucharlo, sino hacer de su enseñanza una guía para nuestras acciones, trabajando para que su servicio dé frutos abundantes en la Iglesia y en toda la comunidad. En lugar de preguntarnos qué hace el Papa por la Iglesia, deberíamos cuestionarnos qué estamos haciendo nosotros para ayudarlo en su misión. Gracias.

Monseñor Sebastián Merino continuó: Buenas noches a todos, hermanos en el episcopado. Reflexionando sobre el tema que acabamos de leer, coincido en que la figura del Papa en nuestra Iglesia debe actuar como cabeza, no solo por jerarquía, sino porque, como bien se menciona en el documento que nos fue enviado, el Papa es pastor y doctor de la Iglesia, con la potestad de jurisdicción suprema, plena y universal. El Concilio Vaticano I destacó esta verdad de fe, y posteriormente, el Concilio Vaticano II reafirmó el papel del Papa como sucesor de San Pedro, con la autoridad de atar y desatar, según el Evangelio de Mateo.

Un aspecto fundamental de su autoridad es la infalibilidad papal, un don conferido por Cristo mismo. Cuando el Papa habla "ex cáthedra", ejerce su autoridad apostólica suprema, guiado por el Espíritu Santo, para definir verdades de fe y moral sin error. La historia de la Iglesia nos ha mostrado que, a pesar de cismas y dificultades, la autoridad del Papa proviene directamente de Cristo y ha sido preservada a lo largo de los siglos.

En el ejercicio de su ministerio, el Papa defiende el Magisterio, guía a la Iglesia y la gobierna con la responsabilidad que Cristo le confirió a Pedro. Nosotros, como obispos, somos sus colaboradores más cercanos y, en virtud de nuestra propia misión, debemos actuar como cabezas en nuestras respectivas diócesis, pero siempre en comunion con el Sucesor de Pedro.

Monseñor Nahim Ruiz prosiguió: Muy buenas noches, hermanos obispos, cardenales y Santo Padre. Para profundizar en la naturaleza y función de la Iglesia en nuestros tiempos, quiero reflexionar sobre cómo estos principios pueden trasladarse a un contexto digital. Aunque Minecraft es un juego, ha demostrado ser una plataforma flexible que permite la creación de comunidades religiosas, donde los fieles buscan expresar y vivir su fe, pero sobre todo compartirla.

Analizando la naturaleza de estas comunidades católicas digitales, vemos que responden al deseo de evangelización y comunion en espacios virtuales. Al igual que la Iglesia en el mundo real, su misión se basa en Cristo, adaptada a un entorno digital. Algunas características clave de estas comunidades incluyen su dimensión misionera, que consiste en evangelizar a través del juego mediante la construcción de iglesias, monasterios y espacios de oración; la liturgia digital, con servidores organizando misas, rezos del Rosario por el Santo Padre y catequesis virtuales para la formación de seminaristas y diáconos dentro del juego. Además, la fraternidad y comunion digital permiten replicar la vida cristiana en un mundo virtual, fomentando valores como la caridad y el acompañamiento espiritual.

El Santo Padre concluyó: El Romano Pontífice es, ante todo, el Vicario de Cristo, es decir, su representante en la Tierra. Esta expresión, utilizada desde la antigüedad, subraya que la autoridad del Papa no es un poder humano o político, sino que proviene directamente de Jesucristo. El fundamento teológico de la primacía del Papa se encuentra en varios pasajes del Nuevo Testamento, especialmente en Mateo 16:18-19: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la Tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la Tierra quedará desatado en los cielos".

La Iglesia interpreta este pasaje como la institución de Pedro como cabeza visible de la Iglesia, con el simbolismo de las llaves representando su autoridad y el poder de atar y desatar implicando su capacidad de juicio doctrinal y disciplinario. Esta misión no terminó con la muerte de Pedro, sino que, en conformidad con la estructura jerárquica de la Iglesia, fue transmitida a sus sucesores, los Obispos de Roma. La sucesión apostólica es clave para la teología del Papado y ha sido afirmada en la tradición eclesial desde los primeros siglos.

El Ministerio del Papa es esencialmente un ministerio de unidad, enseñanza y gobierno. Como principio de unidad, el Papa es el fundamento visible de la Iglesia, que es una en la fe, los sacramentos y la comunion jerárquica. Su magisterio es el garante de la doctrina, y su autoridad sobre la disciplina eclesiástica es necesaria para preservar la fidelidad a Cristo. El Concilio Vaticano II reafirma este principio en Lumen Gentium, número 22, donde se nos enseña que el Romano Pontífice posee una potestad plena, suprema y universal sobre toda la Iglesia, que puede ejercer libremente.

En definitiva, el Papa es el principal maestro, pastor y gobernador de la Iglesia, un ministerio esencial para la vida y la unidad del pueblo de Dios.

Tema 2: Validez de elección y sucesión.

Mons. Jesús Ortiz en representación de la Comisión Eclesiológica presentó la introducción al segundo tema.

Monseñor Jesús Card. Ortiz tomó primero la palabra: Buena noche, hermanos. Este tema es uno que debe tratarse de manera más personal en cada uno de sus elementos, ya que, como se dice, va desde la acción hasta el sentir del obispo. Todos sabemos que el cónclave es un procedimiento en el cual los cardenales deben ejercer un profundo discernimiento para elegir a quien llevará las riendas de la comunidad.

Lamentablemente, este tema ha quedado muy abandonado, ya que ha habido muchos factores que han impedido que los cardenales tengan el correcto discernimiento y pensamiento a la hora de elegir al sucesor. Todos recordamos lo que ocurrió durante el último cónclave, en el que se escogió al Papa Benedicto en circunstancias que involucraron presiones externas, afectando la libre votación y provocando que el discernimiento y el proceso de elección fueran perjudicados.

Por esta razón, este tema es de suma importancia y requiere de atención especial. Es fundamental tomar decisiones drásticas pero necesarias para garantizar que la elección del pontífice se lleve a cabo de manera justa, sin interferencias externas y con la debida responsabilidad que nuestra comunidad exige.

Monseñor Ángel Card. Castillo prosiguió: Es muy importante lo que mencionó el cardenal Ortiz en algunos aspectos. Como ya sabemos, la elección del Sumo Pontífice es uno de los momentos más trascendentales dentro de nuestra comunidad. No solo define el liderazgo de la Iglesia, sino que también debe salvaguardar la unidad y la autenticidad de nuestra sucesión apostólica.

Es fundamental que este proceso se lleve a cabo de manera organizada, legítima y fiel a su propósito, con la transparencia necesaria, libre de influencias externas y guiado por el verdadero espíritu pastoral. Uno de los mayores peligros que debemos evitar es la corrupción dentro del cónclave y en las votaciones de los cardenales. No digo que haya sucedido entre nuestros hermanos cardenales, pero debemos asegurarnos de que no ocurra.

La elección de un Papa no puede ni debe ser un acto de estrategia humana, sino un acto de entrega sincera a la guía del Espíritu Santo. No debemos basarnos únicamente en aspectos académicos, títulos o prestigio personal; si bien estos elementos son importantes, también es esencial que el elegido tenga una verdadera vocación de servicio, una labor pastoral activa y una cercanía real con la comunidad. Un Papa no es solo un administrador o diplomático, sino un pastor que debe estar al lado de su pueblo, conocer sus necesidades y guiarlos con prudencia.

Dentro de nuestra comunidad, el número de cardenales electores es menor que el de la Iglesia universal. Actualmente, somos seis cardenales electores. Aunque el número es reducido, es adecuado en proporción al total de obispos que conforman nuestra comunidad. La clave no está en la cantidad, sino en la fidelidad al proceso y en que cada elector asuma su responsabilidad con plena conciencia y sin presiones externas.

Es crucial defender con firmeza la autonomía de nuestro cónclave. Aunque estamos abiertos a la fraternidad con otras comunidades, no podemos permitir intromisiones externas que busquen manipular o influir en nuestra elección. La sucesión apostólica no es un simple protocolo eclesiástico, sino un pilar fundamental de nuestra identidad.

Monseñor Nahim Ruiz continuó: El cónclave no es solo una sala de votación o una capilla en donde simplemente se elige al administrador de Cristo en la Tierra. Debe estar guiado principalmente por el Espíritu Santo, porque donde está el Espíritu, ahí está Cristo y Dios.

Debemos recordar la importancia de la seguridad y privacidad del cónclave, eliminando cualquier elemento que pueda perturbar su correcto desarrollo. Si bien no estamos eligiendo a un Papa real, podemos replicar su liderazgo en nuestra comunidad, estructurando la elección de manera similar, sin la autoridad sacramental del verdadero Pontífice, pero siguiendo el modelo del cónclave.

La elección del líder de la comunidad debe realizarse bajo reglas claras que aseguren la transparencia y la adhesión a los principios católicos. En la Iglesia real, el Papa debe ser un varón bautizado; en nuestro contexto, el líder elegido debe tener un sólido conocimiento de la fe católica, dar testimonio cristiano y comprometerse con la evangelización digital.
La elección debe realizarse de manera privada y sin presiones, asegurando que la comunidad continúe firme en su misión.

El Santo Padre concluyó: Como han mencionado nuestros hermanos obispos, la elección del sucesor de Pedro debe realizarse de manera transparente y libre de influencias externas. La Iglesia, como cuerpo místico de Cristo, no puede permitir que intereses ajenos alteren el desarrollo del cónclave o la conciencia de los cardenales electores.

No podemos olvidar que, en ciertos momentos de la historia de nuestra comunidad, han existido intentos de influir en el cónclave para condicionar la elección pontificia. Estas influencias, ya sean externas o internas, atentan contra la autonomía de la Iglesia y la santidad del proceso de elección.

Asimismo, ha ocurrido en tiempos pasados que algunos cardenales han manifestado abiertamente su deseo de ser elegidos, lo cual es contrario al espíritu de humildad que debe caracterizar a todo servidor de Cristo. El Ministerio Petrino no es una dignidad que deba buscarse, sino una cruz que, cuando es impuesta por la voluntad de Dios, debe asumirse con humildad y responsabilidad.

Por estas razones, considero necesaria la implementación de una constitución apostólica que regule con mayor claridad ciertos aspectos del cónclave en nuestra comunidad. Esta norma garantizaría que la elección del Pontífice se realice conforme a la tradición de la Iglesia, libre de irregularidades y adecuada a nuestro contexto. No se trata de innovar, sino de reafirmar con mayor precisión las disposiciones necesarias para asegurar la pureza y legitimidad del proceso.

Es nuestra responsabilidad, como sucesores de los apóstoles, velar por la santidad del gobierno de la Iglesia y garantizar que el Ministerio Petrino permanezca siempre en conformidad con la voluntad de Dios.

Tema 3: Revocación de mandato.

Mons. Jesús Ortiz en representación de la Comisión Eclesiológica presentó la introducción al tercer tema.

Monseñor Jesús Card. Ortiz tomó primero la palabra: Este tema, en lo personal, es un poco complejo. Sin embargo, en relación con el tema anterior sobre la renuncia del Sumo Pontífice, también se aborda el hecho de que algunos pontífices han sido incitados o presionados a renunciar, lo que pone en duda la libertad de su decisión. Dejando de lado lo que establece el Derecho Canónico, sabemos que la última decisión siempre la tiene el Papa, ya que es libre de renunciar sin necesidad de que su decisión sea aceptada por nadie.

Es importante reflexionar sobre cómo el Papa ejerce su mandato. Un ejemplo de ello es Su Santidad Benedicto XVI, quien, al renunciar, mencionó que ya no se sentía capaz de llevar las riendas de la Iglesia como se debía debido a su edad. Esto nos lleva a cuestionarnos sobre la capacidad del Papa para guiar y liderar la Iglesia de manera eficaz. Su permanencia en el cargo debe garantizar la estabilidad y prosperidad de la comunidad, asegurando un liderazgo fluido y constante.

Monseñor Ángel Card. Castillo continuó: Mis hermanos de la antigua provincia comprenderán lo que voy a decir. La elección del Sumo Pontífice es un proceso estructurado que no solo obedece a normas establecidas, sino que también responde a la voluntad de Dios y al discernimiento del Colegio Cardenalicio, como ya vimos en el tema anterior.

Por ello, la figura del Papa debe ser protegida de cualquier intento de desestabilización que ponga en riesgo su mandato o lo convierta en una cuestión de conveniencia social o personal. El Magisterio de la Iglesia Católica sostiene que el Papa es el sucesor de San Pedro y que posee un mandato vitalicio. Ningún poder humano puede juzgarlo o destituirlo, y la Sede de Pedro es indefectible hasta el fin de los tiempos.

No obstante, a pesar de la naturaleza vitalicia del pontificado, la renuncia de un Papa es una realidad posible y legítima. La posibilidad de su renuncia no debe tomarse a la ligera. La estabilidad y unidad de nuestra comunidad dependen de un liderazgo sólido, y el Papado no debe verse como un cargo temporal sujeto a conveniencias. El Papa Francisco ha advertido que la renuncia papal no debe convertirse en una moda, pues esto podría debilitar la autoridad del Papado y generar presiones indebidas sobre cada pontífice.

Históricamente, hemos sido testigos de ataques no solo contra el Papa, sino contra la persona detrás del cargo. Como comunidad, debemos velar por la estabilidad del ministerio del Sumo Pontífice, evitando que sea afectado por presiones externas. Sin embargo, también es cierto que, si su administración pone en crisis la unidad de la Iglesia, debe haber un llamado serio a la reflexión. Esto no significa que la destitución sea una opción, pues ello sería una clara señal de crisis y desestabilización. El Papa no es una persona intachable, pues todos estamos en un proceso de formación. Sin embargo, es fundamental que su vida esté libre de polémicas graves que puedan afectar la credibilidad de su ministerio.

Si bien la renuncia debe ser un acto libre y justificado, también debemos contemplar la posibilidad de hacer un llamado al reconocimiento de errores en casos de absoluta emergencia.

Monseñor Uriel García prosiguió: Buenas noches, queridos hermanos en el episcopado. Siento que este tema es muy importante. Recordemos que hace un año un grupo de obispos se reunió para tratar cuestiones similares.

Monseñor Nahim Ruiz concluyó: En la Iglesia Católica, el Papa es el sucesor de San Pedro y tiene un mandato vitalicio, lo que significa que su cargo solo termina con su muerte o con su renuncia libremente manifestada, como se indica en el Catecismo de la Iglesia Católica (número 332). Ninguna autoridad humana puede destituirlo.

En nuestra comunidad, aunque no se puede replicar la infalibilidad papal ni el carácter sacramental del pontificado, es posible establecer un liderazgo basado en principios similares:

Autoridad estable: El líder de la comunidad debe tener continuidad en su mandato para garantizar estabilidad y dirección doctrinal, evitando decisiones arbitrarias.

Carácter indefectible: La comunidad debe mantenerse fiel a sus principios católicos, independientemente de quién esté al frente.

Condiciones para la renovación del mandato: En nuestro entorno, que no es una estructura eclesiástica oficial, la renovación del mandato debe responder a la estabilidad y continuidad de la Iglesia Católica. 

Algunas condiciones pueden ser:

Periodo prolongado de liderazgo: Para dar estabilidad a la comunidad.

Renovación por discernimiento y no por elección política: Evitar cambios constantes y asegurar la continuidad del líder basado en su compromiso y servicio.

Renuncia voluntaria: Conforme al Código de Derecho Canónico, el líder solo debe dejar su cargo por voluntad propia, asegurando una transición ordenada.

Designación de un sucesor: Para evitar vacíos de liderazgo, el líder saliente podría formar a un sucesor para la continuidad de la comunidad.

Siguiendo el modelo de la Iglesia Católica, nuestra comunidad podría adoptar un sistema que garantice estabilidad y fidelidad doctrinal. Aunque no podamos replicar la autoridad sacramental del Papa, podemos establecer principios de liderazgo sólidos, evitando cambios arbitrarios y asegurando que la comunidad se mantenga fiel a su identidad católica.
Muchas gracias.

Conclusión General

A lo largo de estas reflexiones, se ha reafirmado la importancia del Papado como principio de unidad, enseñanza y gobierno dentro de la Iglesia. La figura del Sumo Pontífice, lejos de ser un mero administrador, representa la continuidad del ministerio de Pedro y es un pilar fundamental para la preservación de la fe y la comunión eclesial. La responsabilidad de los obispos y cardenales no se limita a reconocer su autoridad, sino que implica un compromiso activo en la defensa y apoyo de su misión.

Asimismo, la validez de la elección del Papa y la sucesión apostólica han sido aspectos fundamentales en la estabilidad de la Iglesia. La integridad del cónclave debe ser salvaguardada, evitando cualquier interferencia externa que pueda comprometer la autenticidad del proceso. La elección del Pontífice no es un acto meramente humano, sino una respuesta al llamado del Espíritu Santo, por lo que debe realizarse en un ambiente de oración, discernimiento y fidelidad a la tradición eclesial.

Por otro lado, la cuestión de la revocación del mandato pontificio ha sido abordada con prudencia, recordando que el Papado es un cargo de carácter vitalicio. No obstante, se reconoce la posibilidad de renuncia voluntaria cuando el bien de la Iglesia así lo requiera. Si bien ningún poder humano puede destituir al Papa, la reflexión sobre su liderazgo y la necesidad de preservar la unidad eclesial son aspectos que deben ser considerados con seriedad.

Finalmente, en el contexto de la evangelización digital, se ha planteado la posibilidad de replicar ciertos principios eclesiales en comunidades virtuales. Aunque estas no poseen la autoridad sacramental de la Iglesia, pueden ser espacios de formación, comunión y misión, promoviendo la fe en nuevos ámbitos. La esencia de la Iglesia trasciende los formatos y plataformas, manteniendo su misión de anunciar el Evangelio y fortalecer la vida cristiana en cualquier entorno.

Finalmente, los presentes se dispusieron a concluir la asamblea. Se entonó el Padre Nuestro, se cantó el himno sub tuum praesidium, marcando el cierre solemne del encuentro. Con este acto, la congregación fue concluida formalmente.

Nosotros, los relatores conciliares, redactamos esta acta como informe de la decima primera Congregación General, celebrada en la Basílica de San Pablo Extramuros, a los veintiocho días del mes de febrero del Año Santo de la Esperanza dos mil veinticinco.


+ Pbro. Mathias García
Relator

+ Pbro. Gustavo Barbosa
Relator