08 marzo 2025

Acta | 10.ª Congregación General

      
SACRO CONCÍLIO PAULINO

DECIMA CONGREGACIÓN GENERAL
AMBITO ECLESIOLOGICO

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A los veinticuatro días del mes de febrero del año dos mil veinticinco, a las veinte horas, se reunieron los Padres Conciliares, fieles a la sana doctrina, en la inefable búsqueda de comprender la misión digital y expandir la evangelización sin perder de vista de ninguna manera los santos dogmas de fe proclamados por el Sagrado Magisterio, para la decima Congregación General del Concilio Paulino, en la cual se abordó el ámbito eclesiológico. 

Se tuvieron los ritos iniciales y el solemne canto del Veni Creator Spiritus. A continuación, se dio inicio a los temas de la congregación, centrados en el ejercicio del episcopado en Minecraft: validez de elección y sucesión, Colegio de los Obispos y su comunión con el papa, fraternidad entre el Colegio de Obispos y rehabilitación  y excomunión de Obispos.

Tema 1: Validez de elección y sucesión.

Mons. Kevin Miranda en representación de la Comisión Eclesiológica presentó la introducción al primer tema.

Monseñor Jesús Card. Ortiz tomó la palabra: Buenas noches, ¿me escuchan? Considero que este es un tema de gran relevancia, aunque poco tratado, y que, a veces, pasa desapercibido dentro de nuestra comunidad, especialmente cuando se trata de la elección de obispos. En muchas ocasiones, estos obispos son seleccionados sin que los demás miembros del colegio episcopal tengan una participación activa o puedan expresar sus opiniones. Durante el pontificado de Benedicto, solo hubo una única ocasión en la que se convocó a una votación en la que los obispos pudieron opinar sobre los candidatos que serían ordenados. Este acontecimiento tuvo lugar alrededor de junio de hace año, y desde entonces, no tengo conocimiento de que haya habido otro similar.

Creo que es un punto crucial que debemos tratar, ya que la elección de los obispos no debe ser un acto aislado, sino que debe estar fundamentada en el juicio y la reflexión del colegio episcopal. Es uno de los deberes más importantes que tiene el Papa, al igual que el de cuidar la integridad de la iglesia. Como ya se ha señalado, debe haber una consulta con los obispos para asegurar que las personas propuestas para el episcopado sean verdaderamente aptas para este gran desafío. A lo largo de la historia, hemos visto cómo algunos obispos no fueron idóneos para la misión que se les encomendó, lo que provocó divisiones. Esto es consecuencia de no haber consultado adecuadamente con el colegio episcopal ni considerado sus opiniones al momento de su elección.

En mi opinión, debemos empezar a adoptar un proceso más estructurado y profundo para la elección de obispos, que contemple no solo la opinión de unos pocos, sino que sea el resultado de un discernimiento genuino y colectivo. De este modo, podremos asegurarnos de que los futuros obispos sean verdaderos pastores, aptos para guiar a la iglesia.

Monseñor Ángel Card. Castillo continuó: La validez de la elección y sucesión de los obispos en la comunidad va más allá de un tema administrativo; es un acto que responde a la voluntad de Cristo para su iglesia. Como ya hemos mencionado, nuestra comunidad no siempre ha mantenido un proceso formal y estructurado para la elección de obispos. Sin embargo, es evidente que debe haber criterios claros que aseguren que los obispos elegidos sean verdaderamente aptos, fieles al Evangelio y comprometidos con la misión de la iglesia.

El dicasterio para los obispos, en colaboración con el Papa, ha tratado de garantizar que cada candidato para el episcopado posea las cualidades necesarias para ejercer este ministerio de manera efectiva. Sin embargo, la historia nos ha enseñado que, en ocasiones, hemos elegido obispos que no eran idóneos para la misión encomendada. Por esta razón, es fundamental que establezcamos un proceso más riguroso y estructurado para evaluar a los candidatos.

Cuando se evalúa a un presbítero para el episcopado, debemos considerar varios aspectos, como su experiencia pastoral, su fidelidad doctrinal, su vida espiritual, y su capacidad de promover la unidad dentro del colegio episcopal. Además, es crucial que los futuros obispos sean personas de discernimiento, prudencia y claridad en la visión del Evangelio. Por supuesto, debemos reconocer que ningún ser humano es perfecto, y todos tenemos nuestra historia personal.

Este proceso debe incluir consultas al clero y a otros obispos, y finalmente, el dicasterio debe presentar un informe al Papa antes de tomar una decisión final. La validez de la elección no solo depende de cumplir con las normas canónicas, sino también de la fidelidad al Espíritu Santo. Como siempre he dicho, la elección de un obispo no debe ser vista como una simple asignación administrativa, sino como un verdadero llamado que la iglesia acoge y confirma. Por ello, debemos asegurarnos de que nuestras elecciones reflejen la oración, el discernimiento y la búsqueda del bien para la iglesia, y no intereses personales o externos.

Monseñor Mariano Villarreal prosiguió: Buenas noches a todos. Es para mí un honor estar de nuevo con ustedes. En relación a lo que mencionó Monseñor Valentín, quiero señalar que, en cierto modo, es cierto que no siempre se toma en cuenta la participación de todos los obispos en el proceso de elección. Esto se debe, en parte, a que existe un dicasterio para los obispos, que es el encargado de presentar los candidatos al Papa. Este proceso, aunque inicial, no siempre es el adecuado.

En una comunidad pequeña, como la nuestra al principio, podría parecer bien que los obispos votaran para elegir a otro hermano, pero, al informarme más sobre el tema, me di cuenta de que este proceso no es el más adecuado. Como señalaba Monseñor Ángel Castillo, el obispo debe ser una persona íntegra, y aunque la mayoría de nosotros somos jóvenes, debemos aprender a manejar nuestras debilidades humanas, pues no hay personas perfectas. La sucesión de los obispos es crucial, ya que a través de ellos se mantiene viva la misión de la iglesia, tal como lo hicieron los apóstoles al ordenar a nuevos obispos por la imposición de las manos.

Monseñor Nicolás Card. Quintero tomó la palabra: Es fundamental recalcar que los obispos deben ser vistos como ministros que garantizan la continuidad apostólica, es decir, la transmisión del mandato de Cristo. La elección de los obispos debe ser un acto de fe, en el que se concede la gracia y autoridad para pastorear al rebaño. Como se señala en Mateo 28, 19, Cristo mandó a sus discípulos a hacer discípulos de todas las naciones. La participación de varios obispos en la consagración episcopal no es solo simbólica, sino que garantiza la fidelidad a la tradición apostólica.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que la validez de la ordenación episcopal depende de la comunión jerárquica con el Papa, la cabeza de la iglesia. Este principio está fundado en la revelación de Cristo, quien se presentó como el buen pastor, dispuesto a dar su vida por sus ovejas. Así, la elección de los obispos debe reflejar este mismo modelo de servicio y entrega.

Monseñor Kevin Card. Miranda prosiguió con la palabra: Buenas noches nuevamente. Es de suma importancia que la elección de los obispos se realice de acuerdo con los principios de la sucesión apostólica, ya que los obispos son los fundamentos de la iglesia. Tal como lo explica San Pablo en Efesios 2, 20, la iglesia está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. Es necesario que los obispos sean hombres justos, sensatos, santos y disciplinados, como se describe en la carta de San Pablo a Tito.

En la elección de un obispo, debe primar la disposición para transmitir la fe dentro de la comunidad, sin buscar poder o superioridad. La participación de los obispos en la elección y consagración es esencial para mantener la integridad de la misión pastoral.

Monseñor Nahim Ruiz prosiguió: En el contexto virtual de nuestra comunidad, la validez de la elección de los obispos debe ser analizada desde una perspectiva teológica y eclesiológica, adecuada a nuestro contexto particular. Aunque no contamos con una autoridad canónica reconocida por la iglesia universal, debemos garantizar que nuestras elecciones reflejen los principios y valores de la iglesia católica, buscando siempre la unidad y la comunión en el Espíritu Santo.

Monseñor Pablo Kynast continuó: La última palabra en la elección de un obispo siempre debe estar en manos del Papa. Aunque se pueden recibir recomendaciones y opiniones de los obispos y el clero, es el Papa quien, en última instancia, decide. La elección por votación no es propia de la iglesia católica, sino más bien de las iglesias protestantes.

Monseñor Junior Gamboa concluyó: Buenas noches, quiero concluir señalando que, si bien la misión del obispo es crucial, debemos tener siempre presente que el servicio no debe ser motivado por el deseo de poder o de superioridad. Debemos trabajar por el bienestar de la iglesia, confiando en la voluntad divina y en la autoridad eclesiástica del Papa para guiar a la iglesia.

Tema 2: Colegio de los Obispos y su comunión con el Papa.

Mons. Kevin Miranda en representación de la Comisión Eclesiológica presentó la introducción al segundo tema.

Monseñor Ángel Card. Castillo tomó primero la palabra: El Colegio de los Obispos tiene una misión clara dentro de la Iglesia: guiar y pastorear al pueblo de Dios. Sin embargo, en nuestra comunidad, hemos sido testigos y somos conscientes de que esta responsabilidad no siempre se ha llevado a cabo con la firmeza, rectitud, obediencia y fidelidad que amerita. No basta con ser elegidos y consagrados para el ministerio episcopal; nuestra labor no termina en ese punto. Es fundamental que vivamos en una verdadera comunión entre nosotros, asumiendo con seriedad los desafíos que enfrentamos.

Uno de los problemas que hemos detectado es que la elección de obispos dentro de nuestra comunidad se ha reducido a un mero proceso administrativo. En mi intervención anterior, mencioné que a menudo nos limitamos a cumplir ciertos requisitos legales y estructurales, sin dar la debida importancia a otros aspectos fundamentales. No podemos reducir la elección episcopal a un simple trámite burocrático. Debemos considerar criterios esenciales como la aptitud moral y doctrinal, el liderazgo y la capacidad de relación con los demás.

En los últimos años, hemos sido testigos de momentos en los que la comunión entre nosotros y con el Papa se ha visto fracturada, lo cual es un problema sumamente grave. La unidad con el Sucesor de Pedro no es opcional; es un requisito fundamental para la autenticidad y la autoridad del Colegio Episcopal. Romper la comunión con el Papa no es un simple acto de desobediencia; es una acción que debilita nuestra identidad, confunde a la comunidad eclesial y compromete nuestra misión.

Tal vez en ocasiones no se ha comprendido bien el mensaje que quiero transmitir, pero deseo enfatizar que sin comunión con el Papa, el Colegio Episcopal pierde su autoridad. La comunión con el Sumo Pontífice es una necesidad absoluta para la validez de nuestro ministerio. Es el Papa quien garantiza la sucesión apostólica, la unidad en la enseñanza y el gobierno de la Iglesia. La fraternidad episcopal es clave, pero no debemos confundirla con un vínculo meramente amistoso. No somos simples compañeros de camino; somos pastores, responsables de la Iglesia de Cristo. Esto implica tomar decisiones difíciles y corregir los errores cuando sea necesario, para que nuestra labor sea verdaderamente eficaz.

Si queremos fortalecer nuestra comunidad, debemos empezar por reforzar nuestra unidad con el Sucesor de Pedro. No podemos permitirnos reducir nuestra relación con el Papa a un simple compañerismo. Debemos reconocer la importancia de la formalidad en nuestras acciones como obispos y recordar que todo lo que hacemos tiene un impacto en la Iglesia.

Monseñor Mariano Villareal continuó; He escuchado algo que me ha parecido muy relevante, y me interesa profundizar en ello: la comunión que debemos mantener entre nosotros como pastores. Cuando somos ordenados obispos, uno de los primeros compromisos que asumimos es el de la obediencia al Sumo Pontífice. Este acto de humildad refleja nuestra fe y nuestra adhesión a la Iglesia. El Papa, como Sucesor de San Pedro, es una pieza fundamental para la Iglesia.

No podemos olvidar que, sin unidad con el Papa, nuestra comunidad no avanzará prósperamente. Basta con mirar a la historia para comprenderlo. En tiempos pasados, cuando el Colegio Episcopal se encontraba dividido, la Iglesia sufría grandes crisis. En nuestra comunidad, aunque nos encontremos en un contexto virtual, el rol del Papa sigue siendo vital. Es gracias a su guía que estamos hoy aquí reunidos en este concilio. Debemos reconocer su autoridad y honrarla con respeto, pues el Papa es elegido bajo la inspiración del Espíritu Santo.

Esto es una realidad en la Iglesia universal y, aunque en nuestro entorno digital pueda parecer diferente, debemos esforzarnos por reflejar los mismos principios. La unidad en la fe fortalece nuestra comunidad y nos permite crecer espiritualmente. En otras comunidades, la falta de organización y unidad ha provocado desorden y confusión. No podemos permitir que eso ocurra entre nosotros. Apoyemos al Santo Padre en todo momento, en cada celebración, en cada reunión, en cada decisión que tomemos. Su ministerio es una bendición para la Iglesia y debemos valorarlo y seguirlo con fidelidad.

Monseñor Nicolás Card. Quintero tomó la palabra: Sobre este tema, tengo varias reflexiones. El Colegio Episcopal encuentra su razón de ser en la comunión con el Papa. Sin este vínculo, la unidad y la misión universal de la Iglesia se ven seriamente comprometidas. La comunión episcopal es una realidad que podría describirse como mística, pues cada obispo, investido por la gracia del Espíritu Santo, se convierte en testigo vivo de la fe y custodio de la Tradición apostólica. La unición con la Sede Apostólica garantiza que la Iglesia permanezca fiel al ministerio de Cristo, reflejando la unidad que Él deseó para su Cuerpo Místico.

Desde el mandato de Cristo, "Id y haced discípulos a todas las naciones", la Iglesia ha entendido que su misión evangelizadora se fundamenta en la transmisión de la fe y la comunión con el Sucesor de Pedro. Esta unidad no es una simple estructura organizativa, sino una expresión de la voluntad de Cristo para su Iglesia.

Monseñor Nahim Ruiz concluyó: Hemos hablado del Colegio Episcopal y su comunión con el Papa en la Iglesia católica. Este colegio está compuesto por todos los obispos en comunión con el Santo Padre y tiene la responsabilidad de enseñar, santificar y gobernar la Iglesia. Esta comunión es esencial para la validez de su ministerio, pues la autoridad episcopal emana de su unidad con la Sede de Pedro.

En nuestro contexto virtual, donde no existe una estructura jerárquica reconocida por la Iglesia universal, enfrentamos el desafío de emular este principio de comunión en la autoridad dentro del juego. La unidad del Colegio Episcopal debe ser el principio fundamental de nuestra enseñanza y guía. Para lograrlo, es clave establecer mecanismos de discernimiento, consulta y toma de decisiones alineados con la enseñanza católica.

Debemos garantizar que nuestra comunidad virtual refleje la fidelidad a la doctrina apostólica y a la misión de la Iglesia universal. La unidad con el Papa es el signo visible de nuestra fidelidad a Cristo. Al mantenernos en comunión con Él, aseguramos que nuestra comunidad continúe siendo un espacio fiel a la Iglesia, incluso en el entorno digital. "Id y haced discípulos a todas las naciones", nos dice el Señor. Cumplamos con esta misión con valentía y fidelidad. Muchas gracias.

Tema 3: Fraternidad entre el Colegio de los Obispos.

Mons. Kevin Miranda en representación de la Comisión Eclesiológica presentó la introducción al tercer tema.

Monseñor Jesús Card. Ortiz tomó primero la palabra: Este tema debe recalcarse mucho, ya que la fraternidad es algo esencial, no solo dentro del episcopado, sino en nuestra vida como personas. Debemos llevarnos bien como hermanos en Cristo. Considero que esta es una reflexión fundamental, porque sin fraternidad no hay respeto entre nosotros. Y cuando falta el respeto, puede producirse una separación que nos aleje de Cristo y de nuestra misión.

Cada uno de nosotros debe asumir personalmente la responsabilidad de cómo se comporta, para fortalecer los pilares de la Iglesia y vivir verdaderamente nuestra vocación episcopal en comunion con los demás.

Monseñor Ángel Card. Castillo continuó: La fraternidad episcopal es un tema tremendo, algo que hemos discutido una y otra vez, pero que en la práctica nos cuesta mucho vivir. No podemos negar que el episcopado, como institución, ha estado marcado por momentos de división, ya sea por diferencias mínimas de pensamiento o por fracturas profundas, como las que algunos hemos experimentado. Sin embargo, debemos reconocer algo esencial: la unidad no es imposible. Es difícil, sí, pero con humildad y compromiso se puede lograr.

Uno de los grandes obstáculos para nuestra fraternidad episcopal es el orgullo. Cuando nos aferramos obstinadamente a nuestras ideas sin abrirnos al diálogo y sin disposición de escuchar, construimos barreras en lugar de puentes. Es en ese punto donde perdemos el verdadero sentido de nuestra misión. El episcopado no es un privilegio que nos coloque por encima de los demás; es un llamado al servicio. Y en ese servicio, la unidad es la clave.

Como lo menciona el cardenal Miranda en su texto, soñar y pensar en un mundo abierto que tenga lugar para todos es fundamental. Esto aplica a la Iglesia y, aún más, a nosotros como Colegio Episcopal. La fraternidad entre obispos no significa que pensemos todos igual, sino que aprendamos a respetar y valorar la diversidad dentro de la misma fe.

Las correcciones son necesarias, claro que sí. Debemos estar siempre abiertos a mejorar y a reconocer nuestros errores. No podemos predicar la unidad al pueblo de Dios si nosotros mismos no sabemos vivirla. El pueblo nos observa: desde los jóvenes hasta el clero y las comunidades religiosas. Si ven que entre nosotros hay constantes disputas, eso generará confusión y desconfianza.

Debemos encontrar el equilibrio entre nuestra relación personal y nuestro rol pastoral. Hay momentos para compartir como amigos y reír, pero también momentos para asumir con seriedad nuestro papel como guías y pastores. Esa madurez episcopal es fundamental.

Dentro del episcopado hay diversos niveles de conocimiento y experiencia: algunos tienen más formación teológica, otros más experiencia pastoral, otros un sentido profundo de comunidad. No debemos ver estas diferencias como motivo de competencia o rivalidad, sino como una oportunidad para complementarnos. Nadie alcanza su plenitud en el aislamiento. Necesitamos aprender unos de otros, apoyarnos mutuamente y reconocer que no estamos solos en esta misión.

La fraternidad es un reflejo del amor de Dios en su Iglesia. No es un concepto bonito, sino una realidad que debemos construir día a día con paciencia, humildad y sacrificio. Como dice Fratelli tutti, "la vida es el arte del encuentro". Si no estamos dispuestos a encontrarnos, comprendernos y caminar juntos, estaremos negando la esencia misma de nuestra vocación.
Por eso, en lugar de quedarnos en discursos sobre nuestras divisiones, hagamos algo concreto. Comencemos con lo más simple: el respeto. La humildad ante todo, el apoyo mutuo como principio. Solo así podremos fortalecer nuestra fraternidad y dar un verdadero testimonio de unidad en la Iglesia.

Monseñor Kevin Card. Miranda tomó a continuación la palabra: Hermanos, tratemos de ser más atentos con los tiempos al hablar, para que todos podamos participar sin que se haga demasiado tarde. La fraternidad implica también considerar el tiempo de los demás.

Definir fraternidad es hablar de amistad o afecto entre hermanos o quienes se tratan como tales. Esta virtud debe caracterizar al Colegio Episcopal, al igual que caracterizaba a los apóstoles y a las primeras comunidades cristianas. "Miren cómo se aman" (Mc 6,1).

El obispo es el primero en demostrar la caridad y el servicio a los demás, y con mayor razón entre sus hermanos obispos. Lumen Gentium lo recalca: los obispos, en el ejercicio de su función, son solidarios entre sí y, en unión con el Papa, son principio de unidad. Si queremos una comunidad unida, que respete y valore el servicio de cada uno de sus miembros, debemos comenzar por nosotros mismos.

Monseñor Nahim Ruiz prosiguió: El obispo debe estar en comunion con sus hermanos en el episcopado, pero especialmente con el Papa. La comunion con Pedro es el pilar fundamental del Colegio Episcopal. En mi caso, siento un profundo respeto y afecto por el Santo Padre. Aunque es una persona cercana y accesible, también debemos mantener siempre el respeto que merece su ministerio.

No solo con el Papa, sino también entre nosotros, los obispos, debemos evitar actitudes individualistas e indiferentes. La colaboración y el apoyo mutuo son esenciales. Cristo mismo nos da el ejemplo: los apóstoles vivían en comunión con Él y entre sí. Si queremos ser fieles a nuestra misión, debemos seguir ese modelo.

Monseñor Junior Gamboa dijo: Para mí, este es un tema fundamental, pero no tengo mucho que agregar. La fraternidad es algo que ya conocemos y sabemos que debemos vivir.

Monseñor Christian Romero concluyó: Buenas noches, hermanos en el episcopado. El tema de la fraternidad en el Colegio de Obispos es crucial. Como obispos y arzobispos, estamos encargados de una diócesis o arquidiócesis, y nuestra misión es dar ejemplo de unidad a los demás. Si no estamos unidos, si no somos fraternos entre nosotros, no podremos transmitir esa unidad a nuestras iglesias locales.

Debemos apoyarnos mutuamente, ayudarnos en los problemas de nuestras diócesis y caminar juntos en esta misión. La unidad entre nosotros es un signo del amor de Cristo y un testimonio para toda la Iglesia.

Tema 4: Rehabilitación y excomunión de obispos.

Mons. Kevin Miranda en representación de la Comisión Eclesiológica presentó la introducción al cuarto tema.

Monseñor Ángel Card. Castillo tomó primero la palabra: Es un tema muy importante en el que me gustaría que todos participemos. La expulsión de un obispo en nuestra comunidad es una medida extrema. En algunos casos es necesaria, pero no se trata simplemente de una sanción o un castigo, sino de preservar la comunión, el orden y la armonía en nuestra comunidad. Como obispos, somos líderes y, por lo tanto, debemos participar activamente en estos procesos, asegurándonos de que sean justos, bien fundamentados y orientados al bien común.

Antes de tomar una decisión de esta magnitud, debemos considerar varios aspectos: la acción que se ha cometido, el motivo de la sanción y la manera en que se lleva a cabo. Como en ocasiones anteriores, cuando se tomaron decisiones similares con presbíteros, es fundamental que todos los involucrados aportemos nuestras perspectivas para garantizar una mejor orientación y un proceso bien establecido.

Lo que me parece aún más complejo es la rehabilitación. No basta con que alguien exprese su deseo de regresar. Como ya hemos visto con rehabilitaciones previas de presbíteros, si alguien desea ser reincorporado, debe demostrarlo con hechos. La idea de un periodo de prueba me parece acertada. No podemos permitir que una persona regrese de inmediato sin haber demostrado una conversión real y un compromiso genuino con la comunidad. Como mínimo, debería existir una semana de prueba para evaluar si realmente está dispuesto a vivir en comunión y a respetar los principios que nos rigen.

También es fundamental considerar la realidad de la comunidad. Cuando se abre la posibilidad de rehabilitación, debemos preguntarnos si la persona en cuestión es la más apta para retomar su cargo. No se trata solo de perdonar y restaurar, sino de reconocer que otros miembros de la comunidad pueden estar igualmente o más preparados para asumir el liderazgo. La rehabilitación no puede ser automática ni garantizada, sino un proceso de discernimiento adecuado, en el que participemos la comunidad, los obispos y el Dicasterio para los Obispos.

La misericordia y la justicia van de la mano. No podemos actuar solo con rigor, pero tampoco con una compasión mal entendida que ignore los errores cometidos. La expulsión debe ser una medida excepcional y la rehabilitación, un proceso serio que garantice que la persona desea sinceramente formar parte de la comunidad, y no solo recuperar poder. Estos procesos deben llevarse con responsabilidad y sabiduría, no aplicando las reglas de manera mecánica, sino mirando siempre el bien de la comunidad y la verdadera conversión del involucrado. Solo así lograremos que la disciplina sea un medio para la unidad y no una fuente de división. Gracias.

Monseñor Mariano Villareal continuó:
Muy buenas noches, hermanos obispos. He vuelto después de un pequeño receso y he escuchado algunos puntos de nuestros hermanos. Me gustaría comenzar con esta cuestión: ¿Por qué no se le informa a la comunidad cuando un obispo es excomulgado? ¿Por qué tememos que se pierda su prestigio?

Cuando un obispo es excomulgado, se debe a que ha roto la comunión con la Iglesia, en ocasiones por cisma o rebeldía. Ya hemos visto lo que ocurrió en casos anteriores. La naturaleza de la falta determina la sanción, y si es excomulgado, lo considero conveniente. En caso de que en el futuro pueda ser rehabilitado, ya no debería recuperar el grado de obispo, pues no lo merece. Además, creo que la comunidad debe ser informada para que conozca la realidad de la situación. No se trata de exponer a la persona, sino de garantizar la transparencia y la confianza en nuestra Iglesia.

Voy a otro punto sobre las sanciones. En mi caso, estoy sancionado y en proceso de resolución. Muchas veces estas sanciones son merecidas. Yo, por ejemplo, reconozco que mi inactividad me llevó a esta situación. Sin embargo, algunos obispos sancionados no asumen su responsabilidad y buscan justificar su situación en lugar de cumplir con humildad. Como obispos, debemos ser los primeros en dar ejemplo de obediencia y humildad. Si no lo hacemos, ¿qué mensaje transmitimos a nuestra comunidad? Debemos reflexionar sobre esto y actuar con coherencia.

Espero que tengan una excelente noche. Dios los bendiga y los guarde.

Monseñor Pablo Kynast prosiguió: Sobre la excomunión y la rehabilitación de los obispos, considero que el procedimiento debería ser similar al que se sigue con el clero. Sabemos que la excomunión tiene una finalidad medicinal y que, aunque estas medidas son severas, no deben entenderse como un castigo, sino como un medio para la reconciliación del pecador con Dios y con la Iglesia.

Sin embargo, creo que, en el caso de los obispos, la sentencia no debería hacerse pública si no representa un peligro inminente para la comunión eclesial. Publicar una excomunión puede causar escándalo y dañar la sensibilidad de los fieles. Ahora bien, si el caso implica riesgo de cisma o desorientación doctrinal, la comunidad debe ser informada.

Monseñor Kevin Card. Miranda tomó la palabra: Respecto a la excomunión y expulsión de obispos, debemos ser realistas. La mayoría de las veces, estas situaciones surgen por cuestiones de poder. En mi opinión, el proceso debería ser similar al de los clérigos: quien se va, se va. Si alguien desea ser rehabilitado, debe pasar por un acompañamiento serio. Coincido con el Cardenal Castillo en que es necesario un periodo de prueba y sugiero que un obispo específico acompañe a la persona para evaluar su verdadera intención.

El obispo es un signo de unidad, caridad y fraternidad. No podemos perder de vista que el poder es una tentación constante, y debemos estar vigilantes.

Monseñor Christian Romero concluyó: Sobre la excomunión, considero que antes de tomar una decisión, se deben evaluar tanto las acciones negativas como las positivas del obispo en cuestión. Si lo malo no es tan grave, podría aplicarse una sanción menor en lugar de la excomunión. Además, si un obispo sancionado desea ser rehabilitado, debería recibir acompañamiento y, en caso de haber sido excomulgado, no debería recuperar su ministerio episcopal.

Conclusión General

La elección y sucesión de los obispos es un proceso fundamental en la Iglesia, el cual no solo debe cumplir con requisitos administrativos y canónicos, sino que debe estar guiado por la reflexión, el discernimiento y la comunión con el Papa. A lo largo del debate, se ha subrayado la importancia de la participación activa del colegio episcopal en este proceso, garantizando que los candidatos sean verdaderos pastores, comprometidos con la misión de la Iglesia y fieles al Evangelio.

Asimismo, se ha reafirmado que la validez de la elección episcopal no radica únicamente en un acto legal, sino en la continuidad apostólica y la fidelidad al Espíritu Santo. La comunión con el Papa es esencial, ya que asegura la unidad eclesial y la autoridad del ministerio episcopal. Sin esta comunión, la Iglesia pierde su cohesión y se debilita su misión evangelizadora.

En este sentido, la fraternidad entre el Colegio de Obispos es un elemento clave que debe ser fortalecido constantemente. Como lo expresaron los distintos prelados en el debate, la fraternidad no solo es una virtud cristiana, sino una necesidad para el buen funcionamiento de la Iglesia. La unidad y el respeto mutuo son esenciales para evitar divisiones internas que puedan debilitar el testimonio evangélico. No se trata de pensar todos igual, sino de aprender a convivir en la diversidad con humildad y apertura.

Uno de los principales desafíos que enfrenta el episcopado es el orgullo y la falta de diálogo. Cuando los obispos no logran superar sus diferencias o se aferran a sus propias ideas sin escuchar a los demás, se generan conflictos que afectan la comunión eclesial. Como se mencionó, el episcopado no es un privilegio, sino un llamado al servicio, y en ese servicio la unidad es clave. La Iglesia necesita obispos dispuestos a construir puentes y no barreras, que vean la corrección fraterna como una oportunidad de crecimiento y no como una crítica destructiva.

También se ha destacado que la fraternidad episcopal es una responsabilidad personal y colectiva. Cada obispo debe asumir su papel con madurez, buscando siempre el bien común y no intereses personales. La comunión con el Papa y con los demás obispos no debe ser solo una cuestión formal, sino una realidad vivida con autenticidad. Como se recordó en el debate, la gente observa el testimonio de unidad que dan los obispos, y si percibe divisiones internas, esto puede generar confusión y debilitar la fe del pueblo de Dios.

Por otro lado, en relación con la rehabilitación y excomunión de los obispos, se llegó a la conclusión de que estos procesos deben ser manejados con prudencia y justicia. La excomunión no debe ser vista como un castigo, sino como un medio para preservar la comunión eclesial y corregir desviaciones graves. Sin embargo, antes de tomar una decisión tan drástica, se deben considerar cuidadosamente las circunstancias y buscar siempre la conversión del involucrado.

En cuanto a la rehabilitación, se enfatizó que esta no puede ser automática ni basada solo en el deseo de la persona de regresar, sino que debe ser un proceso serio de discernimiento. Se propuso que los obispos que busquen ser reintegrados pasen por un periodo de prueba y acompañamiento, donde demuestren con hechos su compromiso con la comunión eclesial. Además, se debatió sobre la necesidad de informar a la comunidad en casos de excomunión, garantizando la transparencia sin generar escándalo innecesario.

En definitiva, la elección, comunión, fraternidad y disciplina dentro del Colegio de Obispos son pilares fundamentales para la estabilidad y el testimonio de la Iglesia. Solo con humildad, diálogo y compromiso con la misión evangélica se podrá construir una comunidad episcopal fuerte, unida y verdaderamente al servicio del pueblo de Dios.

Finalmente, los presentes se dispusieron a concluir la asamblea. Se entonó el Padre Nuestro, se cantó el himno sub tuum praesidium, marcando el cierre solemne del encuentro. Con este acto, la congregación fue concluida formalmente.

Nosotros, los relatores conciliares, redactamos esta acta como informe de la decima Congregación General, celebrada en la Basílica de San Pablo Extramuros, a los veinticuatro días del mes de febrero del Año Santo de la Esperanza dos mil veinticinco.


+ Pbro. Mathias García
Relator

+ Pbro. Gustavo Barbosa
Relator