31 diciembre 2024

Mensaje - Año Nuevo

 

BENEDICTVS, EPISCOPVS,
SERVVS SERVORVM DEI


A todos los que lean esto, enviamos nuestro saludo en Cristo, deseándoles paz y bendición apostólica.

Con alegría les dirijo este mensaje al iniciar un año nuevo. Este momento nos invita a renovar nuestras esperanzas y a confiar en que, en cada paso que damos, Dios camina a nuestro lado.

El comienzo de un nuevo año es siempre una ocasión para mirar al futuro con esperanza. San Pablo nos exhorta: “Olvidando lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta” (Flp 3,13-14). Así también nosotros somos llamados a caminar con confianza, sabiendo que el Señor sostiene nuestras vidas y nos guía hacia la plenitud de su Reino.

Este año nos ofrece una oportunidad única de redescubrir la fuerza transformadora de la esperanza cristiana. No es una ilusión pasajera ni un simple optimismo, sino una certeza firme en las promesas de Dios, que nunca defraudan.

La esperanza en nuestra vida cotidiana

En medio de las incertidumbres del mundo, la esperanza es el ancla que nos sostiene firmes. Nos impulsa a ser luz en medio de las tinieblas y a sembrar semillas de reconciliación y fraternidad, allí donde haya división y desconfianza. Como nos recuerda el Papa Benedicto XVI: “Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva” (Spe Salvi, 2).

Les invito, queridos hermanos y hermanas, a renovar esa esperanza en lo cotidiano:

  • En sus familias, siendo pacientes, misericordiosos y abiertos al diálogo.
  • En sus comunidades, trabajando juntos para construir puentes de amistad y solidaridad.
  • En sus corazones, confiando plenamente en el amor de Dios que transforma toda tristeza en alegría.

Una mirada al futuro con confianza

El año que comienza nos recuerda que somos peregrinos en este mundo, llamados a mirar más allá de nuestras preocupaciones inmediatas. Les animo a no temer al futuro, porque está en manos de Dios. Como dice el Salmo: “Confía en el Señor y haz el bien; habita en la tierra y practica la fidelidad” (Sal 37,3).

Al mismo tiempo, estamos llamados a ser responsables con el presente, cuidando de nuestra casa común, sirviendo a los pobres y trabajando por la justicia y la paz. Estos esfuerzos son signos visibles de nuestra esperanza en un mundo renovado por el amor de Dios.

Conclusión

Que este nuevo año sea un tiempo de gracia, en el que cada uno pueda experimentar la cercanía de Cristo, nuestra esperanza viva. Los invito a iniciar este 2025 con el corazón abierto, confiando en que el Señor hará nuevas todas las cosas en nuestras vidas y en el mundo.

Que la Virgen María, Madre de la Esperanza, interceda por nosotros y nos acompañe en cada paso de nuestro camino.

Dado en Roma, junto a la tumba del Apóstol Pedro, a primer día del mes de enero del año jubilar de la Esperanza de dos mil veinticinco, segundo de nuestro pontificado.

 Benedictus Pp
Pontifex Maximvs