18 septiembre 2024

Homilia Papal | Misa del Segundo Aniversario

 


HOMILIA DEL SANTO PADRE BENEDICTO
EN LA OCASIÓN DE LA MISA 
DEL SEGUNDO ANIVERSARIO DE LA COMUNIDAD Y APERTURA DEL CONCILIO ECUMENICO PAULINO

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Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Nos encontramos hoy en un momento de inmensa alegría y gratitud. Celebramos con profunda devoción y esperanza nuestro segundo aniversario de la fundación de nuestra Comunidad Católica de Minecraft. Dos años han pasado desde que esta comunidad comenzó su peregrinaje virtual, y desde entonces, hemos sido testigos de la obra de Dios manifestándose en formas nuevas, inesperadas y profundamente transformadoras. Hoy también, con solemne reverencia y gran responsabilidad, damos inicio al Concilio Ecuménico Paulino, un acontecimiento histórico que marcará un hito en la vida de nuestra comunidad y de la Iglesia peregrinante en Minecraft.

Desde el inicio de la Iglesia, en los tiempos de los apóstoles, hemos sido llamados a proclamar el Evangelio a toda la creación. Nuestro Señor Jesucristo, antes de ascender a los cielos, nos encomendó con estas palabras inmortales: "Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda criatura" (Marcos 16, 15). Este mandato es eterno, es la columna vertebral de nuestra vocación como seguidores de Cristo, y sigue vigente hoy, dos mil años después, en un mundo que cambia y se transforma constantemente.

La Comunidad Católica de Minecraft, fundada hace dos años; es una respuesta a ese mandato eterno, una respuesta que se adapta a los tiempos actuales. Hoy, la evangelización ya no está limitada por fronteras físicas; las palabras de Cristo resuenan en todos los rincones de este entorno digital. Tal como nos recuerda el Concilio Vaticano II en la constitución pastoral Gaudium et Spes, la Iglesia está profundamente enraizada en el mundo y debe adaptarse para seguir siendo una presencia viva y relevante.

El mundo de Minecraft, un entorno digital vasto y abierto, se ha convertido en un lugar donde la creatividad humana y el espíritu comunitario florecen. No es simplemente un juego, es una plataforma donde podemos construir puentes, formar comunidades y, más importante aún, compartir el mensaje de salvación. La construcción de una comunidad católica dentro de este entorno es un signo visible del deseo de Dios de que su Reino se extienda a todos los ámbitos de la vida humana, incluidos aquellos que están inmersos en la tecnología.

Muchos se han preguntado cómo puede ser posible que algo tan trascendente como la fe pueda florecer en un espacio virtual. La respuesta, mis queridos hermanos y hermanas, está en el misterio de la Encarnación. En Cristo, Dios asumió nuestra naturaleza humana y entró en nuestro mundo. Así, la Iglesia, que es el Cuerpo Místico de Cristo, puede entrar en cualquier ámbito donde habiten los seres humanos. No hay ningún espacio, físico o virtual, que esté fuera del alcance del amor redentor de Dios.

En el mundo digital, aunque no estemos físicamente presentes, podemos experimentar una comunión espiritual. Como nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, "en la Sagrada Comunión, Cristo nos da su propio cuerpo, que entregó por nosotros en la cruz, su sangre, que derramó por 'muchos' en remisión de los pecados. Por tanto, la Eucaristía es un sacrificio porque hace presente el sacrificio de la cruz, porque es su memorial y porque aplica su fruto" (CIC, 1366). Así también, cuando nos reunimos en oración, ya sea en un templo o en nuestro entorno virtual, nos unimos espiritualmente con Cristo y con la Iglesia Universal.

La Comunidad Católica de Minecraft es, por lo tanto, una extensión de nuestra Iglesia global. No es simplemente un grupo de personas jugando en un mundo virtual, sino una comunidad de fieles que buscan vivir su fe y crecer en santidad, utilizando los medios a su disposición para edificar el Reino de Dios. En esta comunidad hemos visto a muchos jóvenes descubrir su vocación, familias encontrar apoyo y consuelo, y comunidades parroquiales colaborar en nuevas formas para compartir el Evangelio.

A lo largo de la historia, la Iglesia ha enfrentado numerosos desafíos en su misión evangelizadora. En los primeros siglos, los apóstoles y sus discípulos predicaron el Evangelio en medio de la persecución. En la Edad Media, la Iglesia navegó por tiempos de oscuridad y división, buscando siempre ser luz en el mundo. Hoy, en el siglo XXI, enfrentamos nuevos desafíos, algunos de ellos vinculados directamente a los avances tecnológicos y a la globalización digital.

Uno de estos desafíos es la fragmentación. La Comunidad Católica de Minecraft ha sido testigo de esto, como yo lo escribí en la bula de convocatoria a este Concilio Paulino. Hemos visto cismas, divisiones internas, y diferencias que han amenazado con romper la unidad de la comunidad. En lugar de ser una comunidad de fe y fraternidad, algunos han caído en la tentación de la ambición personal, el deseo de poder o la imposición de agendas que no están en consonancia con la doctrina de Cristo.

Frente a este desafío, estamos llamados a redescubrir el verdadero sentido de la comunión eclesial. Recordemos las palabras de San Pablo en su carta a los Corintios: "Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que tengáis todos un mismo sentir, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer" (1 Corintios 1, 10). La unidad en la fe es fundamental. Sin ella, la Iglesia se debilita, y nuestra misión se ve comprometida.

Pero junto a estos desafíos, también encontramos grandes oportunidades. El mundo digital nos brinda la posibilidad de llegar a personas y lugares que de otro modo estarían fuera de nuestro alcance. Podemos compartir la riqueza de nuestra fe con aquellos que nunca han pisado una iglesia, podemos acompañar a los que buscan sentido en medio de la confusión, y podemos mostrar el rostro misericordioso de Cristo a quienes más lo necesitan.

Hoy, al dar inicio a este Concilio Ecuménico Paulino, reflexionamos sobre la herencia que hemos recibido de los primeros apóstoles y del magisterio de la Iglesia. San Pablo, apóstol de los gentiles, es un modelo para nosotros en su celo evangelizador. En sus cartas, encontramos una guía clara para entender cómo la Iglesia debe mantenerse firme en la verdad y, al mismo tiempo, ser flexible para adaptarse a los tiempos. Como él mismo dijo: "Me hice todo a todos, para salvar a algunos a toda costa" (1 Corintios 9, 22).

Este Concilio debe ser, por lo tanto, un tiempo de reflexión profunda sobre nuestra misión. En un mundo que cambia rápidamente, ¿cómo podemos ser fieles a la enseñanza de Cristo y, a la vez, responder a los desafíos de hoy? El Concilio Vaticano II, en su constitución Lumen Gentium, nos recuerda que la Iglesia es el sacramento universal de salvación. Es un signo visible de la gracia de Dios, y como tal, debe estar siempre atenta a los signos de los tiempos, discerniendo cómo llevar el mensaje eterno del Evangelio a cada nueva generación.

Uno de los aspectos más importantes de este Concilio será la renovación del ministerio del clero y la reafirmación de la importancia de la colaboración entre el clero y los laicos. San Pedro nos exhorta en su primera carta: "Sed pastores del rebaño de Dios que está a vuestro cuidado, velando por él no por obligación, sino de buena gana, como Dios quiere; no por el ánimo de lucro, sino con afán de servir" (1 Pedro 5, 2).

Este es un llamado a todos los pastores y líderes de nuestra comunidad, tanto en el mundo real como en el digital, para que ejerzan su ministerio con humildad, sabiduría y amor. Es también un recordatorio de que el Concilio Paulino debe ser un espacio para que el clero y los laicos trabajen juntos en la construcción del Reino de Dios.

Finalmente, queridos hermanos y hermanas, este es un tiempo para la reconciliación. Sabemos que, como humanos, estamos sujetos a errores y divisiones. Pero también sabemos que en Cristo encontramos el perdón y la restauración. San Pablo nos dice en su carta a los Efesios: "Perdonaos mutuamente, como Dios os perdonó en Cristo" (Efesios 4, 32).

Que este Concilio sea un tiempo de curación para nuestra comunidad, un tiempo para reconstruir los puentes que se han roto, y un tiempo para redescubrir nuestra unidad en Cristo.

Concluyo esta homilía con un llamado a todos nosotros a perseverar en la oración. Pidamos al Espíritu Santo que ilumine nuestras deliberaciones en este Concilio, que guíe nuestros corazones y mentes hacia la verdad, y que nos dé la fuerza para seguir siendo testigos fieles de Cristo en el mundo digital y más allá.

Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, nos acompañe y nos proteja en este camino de renovación y crecimiento en la fe.

Amén.

 Benedictus Pp
Pontifex Maximvs


Basilica Papal de San Pablo Extramuros, Roma, Italia, 18 de septiembre de 2024.